Isabel San Sebastián-ABC

  • Sánchez cumple el guion escrito por los terroristas, cuyos votos manchados de sangre le han aprobado los Presupuestos

Desde que Zapatero alcanzó La Moncloa en pleno fragor del 11-M (establezca el lector la relación causa-efecto que estime oportuna), vivimos en un mundo orwelliano que difumina los confines de la realidad para adaptarlos al empeño de conservar el poder. En aras de ese único fin, el actual blanqueador del régimen chavista rompió el cordón sanitario establecido en torno a ETA, aliándose con sus cómplices para encerrar en él al centro-derecha democrático, legalizó a su brazo político y negoció un proceso de rendición del Estado cuyos términos se están cumpliendo a rajatabla. Su discípulo, Pedro Sánchez, se limita a seguir el guión escrito por los terroristas.

‘1984’ se queda corto ante lo que está pasando no solo en España, sino en todo el Occidente, hogar de nuestra civilización. La mentira es la verdad, la guerra la paz y la muerte la vida, si conviene al mandatario de turno. Quien señala que el rey va desnudo es objeto de lapidación por parte de la inquisición biempensante, como le está sucediendo a la escritora británica J. K. Rawling, culpable de cuestionar la ideología de género en virtud de la cual el sexo desaparece, sustituido por un amplio catálogo de opciones personales variables en función del día y el humor. Los dogmas de lo políticamente correcto son sagrados, so pena de excomunión civil. En nuestro país, además, a lo antedicho se añade una marcada pulsión suicida, tanto más acusada cuanto mayor es el poder que el presidente otorga a los socios cuyos votos manchados de sangre le han aprobado los Presupuestos: ERC y Bildu. El «relato» ocupa el lugar de los hechos acaecidos, hasta borrar de la historia a los etarras y sus víctimas, como hizo el miserable Odón Elorza en la tribuna del Congreso, ante la ovación cerrada de su bancada puesta en pie. España no es una nación decisiva en la configuración del mundo, sino un concepto discutible; un invento franquista construido sobre el expolio y la opresión de las auténticas «nacionalidades históricas», que ya van camino de convertirse en cantones uniprovinciales. El español ha dejado de ser nuestra lengua común, digan lo que digan la Constitución o los tribunales.

Frente a esta situación que apunta hacia lo irreversible, ayer se presentó en Madrid una plataforma de reflexión y combate dialéctico llamada NEOS, en cuya gestación destacan personajes como Jaime Mayor Oreja y María San Gil. Nace con el propósito de plantear una propuesta cultural alternativa basada en la defensa de la vida, la verdad, la libertad de pensamiento, educación y cátedra, gravemente socavadas en leyes como la de Memoria Democrática o la llamada ‘ley Celaá’, la Nación, la Corona y la dignidad de las personas. Porque para derrotar a Frankenstein no basta con las consignas ni los partidos políticos. Es perentoria la implicación de cuantos vemos con horror al monstruo.