IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Si nuestros principales problemas son la gestión sanitaria y económica, ¿carece de sentido apelar a un experto en gestión y en economía?

Tras el estallido del gobierno de coalición italiano, el presidente Sergio Mattarella ha encargado la formación de un nuevo gabinete a Mario Draghi, el expresidente del Banco Central Europeo. No es una novedad. En Italia, los gobiernos acostumbran a saltar por los aires con la misma frecuencia que un sargento de la Brigada de paracaidistas. Ni siquiera es la primera vez que llaman a un reputado economista para tratar de arreglar el desaguisado de la política. Giuseppe Conte pasó el trago en junio de 2018 y la experiencia no fue mala, aunque tampoco repitió el milagro de los panes y los peces.

La decisión abre un debate interesante. Hay quien la considera una decisión, más que equivocada, inadmisible al suponer una intromisión de la tecnocracia en la política y un desvarío del parlamentarismo. ¿A quién representa Draghi en el templo de la democracia representativa? ¿Cómo puede pretender dirigir al pueblo si nadie del pueblo le ha elegido? Preguntas ambas de gran profundidad que traslado a los expertos.

Pero, qué quiere que le diga, a mí me encanta la idea y estaría entusiasmado si se aplicara en la España de hoy. Me parecería bien que Luis de Guindos fuera elegido presidente. Y no crea que me ciega la ideología. Estaría también a favor de que Nadia Calviño sustituyera a Pedro Sánchez y si los elegidos fueran cualquiera de mis compañeros de colegio y universidad, Joaquín Almunia o Juan Manuel Eguiagaray, mi felicidad sería inabordable.

Reconozco que mi entusiasmo tiene sus contornos y mi abanico ideológico es limitado. Por ejemplo, no estaría a favor de nombrar presidente a Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación de la República de Cuba, o a nuestra admirada Delcy Rodríguez, ministra del Poder Popular de Economía y Finanzas (nada menos) de la República Bolivariana de Venezuela. Hasta ahí no llego. Para eso prefiero seguir con Pedro Sánchez, por más que plagiase su tesis doctoral.

Me gusta la idea italiana de encargar la formación de un nuevo gobierno al expresidente del BCE Mario Draghi

Sé bien que la decisión supone certificar el fracaso de la política de partidos. Ya, pero es que me temo que la política de partidos fracasa estrepitosamente en esta situación de crisis. Tenemos casi cuatro millones de parados, la cifra sube y han desaparecido 109.000 empresas. Cierto. ¿Y en qué se ha entretenido esta semana el Congreso? Pues es la creación de una mesa para dialogar sobre amnistía y autodeterminación, dos cuestiones interesantísimas de las que no dan de comer y que, por cierto, no están recogidas en nuestra Constitución. ¿Qué es más urgente, contentar a quienes no quieren ser contentados -los independentistas de todas las latitudes- o contentar a quienes necesitan ser contentados -los parados de todas las profesiones-? Si no se puede hablar de eso en el Congreso ¿es eficiente tener dieciséis partidos representados en él o nueve en el Parlament de Catalunya o seis en el Parlamento navarro, por decir algo? ¿De verdad que hay tantos proyectos de país diferentes? No nos damos cuenta de que Tokyo tiene sólo siete millones menos de habitantes que toda España, que a Catalunya le faltan cuatro millones para situarse entre las diez ciudades más pobladas de China, ni de que hay más ciudadanos de etnia india en Londres que navarros en Navarra.

Me gusta la idea italiana, a pesar de ser consciente de que no es una solución infalible. Nadie puede sacar de la chistera tres millones de empleos de la noche a la mañana, pero si puede enderezar las cosas hacia su consecución. Y, sobre todo, puede aportar seriedad, despejar incertidumbres y dar confianza a los inversores extranjeros. ¿Le gusta la idea? Pues olvídese de ella. No la verá aquí.

Al final, se trata de gestionar el interés colectivo de la misma manera que hacemos todos a nivel individual. Cuando se nos estropea un grifo llamamos a un fontanero y cuando se nos estropea el coche lo llevamos a un taller especializado. Por eso, si nuestros principales problemas hoy son la gestión sanitaria y la actuación económica, ¿carece de sentido apelar a un experto en gestión y en economía? Ya sé que en una democracia representativa esta idea sólo se puede plantear en momentos muy excepcionales. Pregunta: ¿Estamos en un momento muy excepcional? Usted mismo…