JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 28/05/16
· No hay mejores palabras talismán que las nacidas de la Ilustración.
Hace algunas semanas, durante la presentación de un libro, Pablo Iglesias lanzaba a un periodista unas pullitas que desviaron la atención del libro que allí se presentaba. Se trataba de «En defensa del populismo» (Los libros de la Catarata, 2016), del profesor Carlos Fernández Liria, a quien muchos consideran «padre intelectual» de Podemos. Fernández Liria es coautor, junto con su discípulo Luis Alegre, de «El orden de El Capital. Por qué seguir leyendo a Marx» (2010), que recibió del Gobierno venezolano el premio Libertador, dotado con 150.000 dólares.
En aquella obra ya se avanzaba la tesis que constituye el meollo de «En defensa del populismo»: el mayor error del marxismo ha consistido en «regalar al enemigo» las conquistas de la Ilustración, empeñándose en proponer modelos políticos alternativos que la gente percibe como peligrosos o utópicos; por lo que, para desactivar el imperio del capitalismo salvaje, la izquierda debe recuperar el legado de la Ilustración y la defensa del Estado moderno.
«En defensa del populismo» es un libro divulgativo en el que su autor exhibe un vasto bagaje de influencias, que abarcan (por citar dos extremos) desde Chesterton hasta Freud. Sin duda, Fernández Liria hubiese sido un hombre amado por aquel diablo epistolar de C. S. Lewis, pues «tiene dentro de su cabeza, bailoteando juntas, una docena de filosofías incompatibles»; pero este mejunje sabe servirlo de forma atractiva, llegando a conclusiones muy sugestivas.
Otra cosa es que sus premisas sean verdaderas; pues, como el propio Fernández Liria desliza (citando a Spinoza), «una idea falsa no se puede combatir sencillamente diciendo la verdad, hace falta otra idea falsa de signo contrario para que la verdad tenga alguna oportunidad». Sólo que Fernández Liria no busca una oportunidad para la verdad (pues cree que el hombre es incapaz de encontrarla), sino para que «los intereses particulares de una clase social puedan presentarse como los intereses generales de la sociedad en su conjunto», vestidos con los ropajes de la voluntad general roussoniana. Para lo que hay que empezar –afirma Fernández Liria– por recuperar «el control del lenguaje», por adueñarse de las palabras que actúan como talismán ante las masas.
Y no hay mejores palabras talismán que las nacidas de la Ilustración, cuyas instituciones –afirma Fernández Liria– no han funcionado bien porque «siempre ha habido un poder salvaje más potente, el capitalismo (…), que actúa al margen de la ley y que tiene, además, poder suficiente para chantajear cualquier actividad parlamentaria, así como para comprar cualquier medio de expresión ciudadana». Y para combatir esta fuerza salvaje del capitalismo que ha convertido la democracia en una pantomima, la izquierda no debe ofrecer propuestas políticas revolucionarias, sino «volverse muy conservadora» y «empezar a defender cosas muy de sentido común» que puedan allegarle la simpatía de una mayoría social, tales como la escuela o la sanidad pública, el derecho a una pensión, a una vivienda o a un trabajo.
Y el instrumento para combatir este capitalismo salvaje deben ser las creaciones de la Ilustración (parlamentarismo, división de poderes, ciudadanía, etcétera), no las alternativas inoperantes e intimidantes del marxismo clásico (dictadura del proletariado, hombre nuevo, etcétera). Por supuesto, esta división neta entre una Ilustración benéfica y un capitalismo maléfico es una fantasía; pero se trata, sin duda, de una «idea falsa» que Fernández Liria desliza, para que su ideología pueda ocupar, bellamente disfrazada, la «centralidad del tablero», permitiendo a Podemos conquistar las instituciones. (Continuará).
JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 28/05/16