Editorial en ABC, 12/6/2011
No se trata de darles consuelo, ni una palmada en la espalda, sino de considerarlas como una referencia insustituible de la dignidad democrática. Además, su función histórica no ha acabado, porque ETA sigue viva, ya sea para seguir matando, ya sea para lograr un cese de violencia a su medida, sin justicia, sin dignidad y sin reparación.
LA historia democrática de España no puede entenderse en su integridad sin la aportación que las víctimas del terrorismo han hecho, y siguen haciendo, a la convivencia nacional. Es oportuno recordarlo ahora, cuando la Asociación de Víctimas del Terrorismo cumple su treinta aniversario. España tiene una deuda impagable con estas víctimas. Han sido decisivas para que la sociedad española adquiriera la fortaleza necesaria para enfrentarse a ETA, repudiando tanto la guerra sucia como la claudicación como vías para poner fin a la violencia. Nunca se ha oído a las víctimas de ETA pedir respuestas que fueran un paso más allá del límite de la ley. Esta contención de los sentimientos de las víctimas ha reforzado éticamente el Estado de Derecho y ha dado soporte a los gobiernos que han estado realmente comprometidos con la derrota incondicional de ETA. No siempre las víctimas se han visto correspondidas de manera equivalente. Durante décadas solo fueron viudas o huérfanos, pero no víctimas del terror. Por eso, ETA sumó una nueva derrota cuando el Estado asumió que no habría paz sin justicia, reparación y memoria para las víctimas. En la misma medida, las víctimas fueron postergadas cuando la negociación con ETA exigía hacerlas invisibles.
El aniversario de la AVT bien merece un homenaje a las víctimas de todos los terrorismos, en paridad a los que reciben las instituciones y los personajes que han hecho posible la democracia en España. No se trata de darles consuelo, ni una palmada en la espalda, sino de considerarlas como una referencia insustituible de la dignidad democrática. Además, su función histórica no ha acabado, porque ETA sigue viva, ya sea para seguir matando, ya sea para lograr un cese de violencia a su medida, sin justicia, sin dignidad y sin reparación.
Editorial en ABC, 12/6/2011