El PSOE ha reaccionado con la retórica del y tú más a la querella del PP contra el PSOE por financiación ilegal, tráfico de influencias y cohecho, presentada este lunes ante la Audiencia Nacional, después de que un confidente de la trama de los hidrocarburos de Víctor de Aldama declarase que participó en la entrega de bolsas con 90.000 euros en la sede socialista de Ferraz.
La portavoz socialista ha desempolvado de nuevo la fotografía de Feijóo con Marcial Dorado de hace casi treinta años, afirmando que «es amigo de un narcotraficante». Una estrategia del ventilador idéntica a la que ya empleara Sánchez cuando el PP le pidió explicaciones sobre el caso Tito Berni y el caso Begoña. Esther Peña ha ironizado sobre la querella del PP: «Nos están pidiendo cuentas los Soprano».
Es cierto que la estrategia del PP para recrudecer la campaña contra Sánchez como «kilómetro cero» de las «ocho autopistas de corrupción» que cercan a su entorno yerra el tiro, en la medida en que implica politizar la labor de una Justicia que ya está investigando los hechos que denuncia. Y que no va más allá de cobrarse la revancha para resarcirse de la moción de censura que lo desalojó del Gobierno, justificada en una situación ciertamente similar.
Pero es sencillamente disparatado que la respuesta del PSOE sea amenazar con acudir a los tribunales si Feijóo «no da explicaciones políticas inmediatas» en la comisión de investigación en el Parlamento de Galicia sobre presuntas irregularidades en contratos de la Xunta a favor de su familia.
Porque no es el entorno familiar de Feijóo el que está bajo sospechas fundadas de corrupción, ni es su mujer la que ha sido citada a una comisión de investigación.
Alega Peña que al PP «le quedan 30 causas abiertas, 30 juicios donde espero que podamos descubrir por fin quién era M. Rajoy«. Pero lo importante ahora mismo no es ni el caso Gürtel, ni los presuntos fraccionamientos de contratos de la Xunta de Galicia ni el supuesto amigo narco de Feijóo.
Lo importante y lo urgente es que Sánchez rinda cuentas por las contradicciones y las mentiras en las distintas versiones que ha dado sobre el viaje de Delcy Rodríguez. Y que aclare qué sabía (y cuándo lo supo) sobre el entramado corrupto que brotó en su Administración.
Máxime tras las revelaciones de los últimos días. EL ESPAÑOL ha publicado que, según su confidente, «Aldama tenía relación directa con Pedro Sánchez». Que, según este misma persona de confianza del comisionista de la trama Koldo, Aldama mantenía reuniones con ministros para tratar «asuntos de negocios» en un chalé supuestamente bajo control del Gobierno. Y que el empresario habría revelado a su íntimo que Sánchez estaba al tanto de que Delcy introdujo maletas con dinero en España.
Además, este periódico informa hoy de que Claudio Rivas, el presunto cerebro de la trama que ha acabado compartiendo celda con Aldama, le habría entregado a este 400.000 en billetes para comprar voluntades políticas en la trama de los hidrocarburos, el caso paralelo al de las mascarillas que salpica también a Armengol, Marlaska y Ángel Víctor Torres.
Son suficientes los asuntos por esclarecer como para que la única defensa del PSOE sea mirar al pasado. Pero es que, aun cuando quisiera jugar en ese terreno, sólo podría salir perdiendo.
Porque es verdad que el PP atesora un buen número de casos de corrupción. Pero por el momento no cuenta en su haber con dos ministros encarcelados por secuestro como Vera y Barrionuevo, con altos cargos sentenciados por el asesinato de Lasa y Zabala, ni con una condena por financiación ilegal, como el PSOE en el caso Filesa.
Por el mero hecho de que el PSOE ha gobernado más años que el PP, debería ser más cauto a la hora de invocar historiales delictivos. A la lista presentada este lunes por Peña sobre las causas del PP se puede replicar con una más extensa y grave de los de su partido, como los ERE de Andalucía, el caso Ibercorp, Roldán y los fondos reservados o las escuchas ilegales del CESID.
Están claras las líneas de defensa que van a seguir los afectados por la trama Koldo. Sánchez va a seguir sosteniendo que desconocía los tejemanejes de un Ábalos que traicionó su confianza, de la misma manera que Ábalos alegará que ignoraba los de Koldo.
Pero si el PSOE quiere demostrar realmente su «absoluta contundencia» para atajar cualquier atisbo de corrupción, no basta con que voten en el Congreso a favor de que se impute a un Ábalos que al fin y al cabo están utilizando como cortafuegos. La sociedad española exige depuración de responsabilidades y no ejercicios de memoria selectiva.