Eduardo Uriarte-Editores

El lodazal en el que Sánchez ha convertido la política española, otrora ejemplo de convivencia tras cuarenta años de dictadura, la está pagando en sus carnes los damnificados valencianos por las inundaciones de la Dana. Me preguntarán qué tiene que ver la política con esta falta de apoyo, eficacia y ayuda para los afectados, y les contestaría que la política siempre acaba afectando la vida cotidiana de la ciudadanía y mucho más en una situación de emergencia donde la lealtad, coordinación, jerarquización y confianza son piezas fundamentales en la estructura política para que los servicios funcionen.

Pero qué se puede decir del líder que llegó al poder tras paralizar el país con su monumento a la antipolítica del NO es NO. No le importa solucionar los problemas, prefiere navegar sobre ellos, utilizarlos, y buscar la capitalización electoral de los mismos -no siempre con éxito como en el acoso de Ayuso durante la pandemia-.  Carece de escrúpulo. Cualquier dirigente honrado interviene, como lo hizo González en el 83 en las inundaciones en el País Vasco, pero éste se niega a decretar el estado de emergencia que dotaría de jerarquía y coordinación a los servicios, pero que también le supondría compromiso personal. Él no está para eso, huye, eso se lo deja a Mazón.

Bomberos de toda España se manifiestan ante la falta de coordinación y mal uso de sus servicios en el ejercicio de sus funciones -los bomberos del aeropuerto de Valencia, a dos kilómetros de la zona asolada, se quejaban impotentes de que no se pudieran mover para asistir a los afectados-. Mi amigo Elorrieta, con sorna, cada vez que escuchaba el nombre de la ONG Bomberos sin Fronteras el añadía: Autonómicas. Y tenía razón. La obsesión por resistir en el poder, la búsqueda de destrucción del adversario, no sólo hace difícil la gestión de lo público (no hay más que mirar a los trenes), sino que en el ideario sanchista se la considera prescindible encubriendo esa carencia mediante la propaganda más colosal e impúdica, usando sistemáticamente la mentira, y culpabilizando siempre a la oposición. Pobre Mazón. No, pobre gente que soporta un dirigente, Sánchez, que prefiere la confrontación y la culpabilización del adversario a la solución de los problemas.

Porque Mazón se retrasó, pero Sánchez hizo mutis por el foro negándose a liderar todos los organismos y esfuerzos necesarios con tal de ver a un PP incapaz y arrastrándose, “si necesitan ayuda que la pidan”. ¡No ves que la necesitan! La misma noche de las inundaciones en Euskadi en el 83 González mandó al Ejército, hoy éste, coherente con otra forma de entender la política y el servicio público, no acude al congreso del sanchismo.

Mientras la gente damnificada por la Dana sigue respirando inmundicia, el sanchismo se lanza en Sevilla a una operación de propaganda en la que una ministra acusa de golpistas a la derecha, cuando su Gobierno ha indultado a golpistas, se aplaude a condenados por malversación o imputados por otros delitos, y el líder se autoproclama jefe de nuevo y se promociona candidato de nuevo para las próximas elecciones. El poder es lo importante, estar en el Gobierno, que no ejercerlo, pues compromete y requiere la energía utilizada en atacar a la ultraderecha. Otra ministra dice, cual miliciana proletaria de la UHP del 34, que hay que destruir a la derecha. Esa aberración antidemocrática constituye, dicho en el altavoz del congreso, toda una declaración de guerra civil que los primeros que la van a sufrir, porque al Gobierno sólo le preocupa esa destrucción del adversario, son los que siguen limpiando el barro de sus casas y de sus calles. Si necesitáis ayuda la pedís.