El Correo-TONIA ETXARRI

Actos de propaganda como el de ayer en Bruselas dejan en evidencia al lehendakari

Sostiene un prestigioso abogado penalista que, dado el cuestionamiento de algunos tribunales belgas de la Justicia española, se puede afirmar que, del mismo modo que las Islas Caimán son un paraíso fiscal, Bélgica es un paraíso penal. Y no se refería solo a que un mal día la Policía dejó escapar, por torpeza, a los terroristas yihadistas, sino a la falta de empatía judicial de los tribunales con otro Estado de la Unión como es España. Pero ahí, en Bélgica, es donde la UE tiene sus instituciones. En el país más comprensivo hacia los independentismos vasco y catalán. Y aunque el presidente de la Comisión, Jean Claude Junker, sentenció que «el nacionalismo es veneno», el prófugo Puigdemont buscó refugio en tierras belgas, justo donde la Justicia se ha negado tantas veces, desde 1984, a extraditar a terroristas de ETA. En el paraíso donde los independentistas encuentran su txoko abonado para la exaltación identitaria.

Quizás por tantas razones el PNV y EH Bildu eligieron el territorio ‘amigo’ para presentar su acuerdo para el nuevo Estatuto. Fueron juntos aunque no revueltos. Joseba Egibar y Maddalen Iriarte. Las formas es lo de menos. La esencia fue el contenido. Y en el contenido existen pocas diferencias entre el PNV de Egibar y la izquierda abertzale sobre el proyecto estatutario. El portavoz del Gobierno vasco pretendía restar importancia al acto de propaganda secesionista. No debería extrañar, ni inquietar ni sorprender a nadie, decía, una presentación como la de ayer en «los foros europeos». Pero la charleta, junto a ANC y Òmnium, generó inquietud. Y con razón. Por muy poca transcendencia que tuviera, por muy poca expectación que hubiera levantado la cita en Bruselas, el hecho de haber ‘puenteado’ al Parlamento vasco para publicitar un debate aún sin concluir en la Cámara de Vitoria denota una falta de respeto institucional. Se trataba de un acto «oficioso», según fuentes del PNV, que también intentaban, por su parte, rebajar la indignación que el acto había provocado en los partidos de la oposición mientras su portavoz parlamentario hablaba del derecho de autodeterminación no reconocido en nuestro país.

Permitirse publicitar las bases de un acuerdo que está provocando recelos y no pocas controversias en la propia familia nacionalista entre quienes, como el lehendakari, apuestan por ensanchar el consenso en torno al Estatuto, denota una falta de lealtad hacia la propia institución del Parlamento vasco, que se encuentra inmerso en pleno debate de la reforma. Con un acuerdo sostenido, de momento, por dos partidos políticos, independentistas los dos, y con las críticas formuladas por el resto del arco parlamentario. Dos partidos que no piensan cambiar ni una coma de las bases soberanistas que han pactado, sustanciadas en el derecho a decidir, la independencia a la carta para ejercerla cuando convenga y la división del censo entre ciudadanía y nacionalidad. Una actitud, la del PNV de Egibar, que no la debe reconocer ni su afiliado de honor, el lehendakari Urkullu, cuya voz en favor de la ampliación de los consensos necesarios se va difuminando en el horizonte secesionista. Actos de propaganda como el de ayer en el paraíso político-penal belga dejan en evidencia al lehendakari. Tiene a su alrededor cargos públicos que sienten envidia del caos y el desgobierno de Cataluña. Pero sus votantes moderados huyen de las similitudes con la Cataluña rupturista. Tendrá que corregir el rumbo. No vaya a ser que esos electores también huyan de las urnas.