Editorial-El Correo

  • El republicano prefiere amenazar a España por el gasto militar antes que liderar el esfuerzo de la OTAN para plantar cara a Rusia en Europa

En su pretendido elogio al «trabajo fantástico» de España, en la cumbre de Sharm-el-Sheij, Donald Trump no se privó de exhibir su disconformidad con la decisión del Gobierno de Madrid de destinar un 2,1% del PIB a defensa este año. Un esfuerzo alejado del 5% acordado en junio en la OTAN, con la firma de Pedro Sánchez y con el horizonte de llegar a ese porcentaje para 2030. Que el secretario general de la Alianza Atlántica bendijera entonces la salvaguarda española, o que la organización defensiva haya comunicado recientemente que nuestro país cumple con las exigencias que le corresponden, carece de importancia para el presidente de Estados Unidos.

Lo prueba la nueva diatriba de Trump, esta vez desde la Casa Blanca, en la que la noche del martes volvió a dolerse de la actitud «poco respetuosa» del Ejecutivo español, «el único país que no cumple» el porcentaje de inversión militar. Un 5% del PIB que él impuso, sin más explicaciones, y que no alcanza ninguno de los 32 aliados, ni siquiera EE UU con su mastodóntico presupuesto del Pentágono. En el último ataque se vislumbra la intención de indisponer a España con el resto de socios de la OTAN, que ya se manifestó días atrás en su «Quizá deberíais expulsarlos» ante el presidente de Finlandia. Algo inviable en un club que solo contempla el abandono voluntario. El hostigamiento incluye la diplomacia extractiva que guía la Administración del republicano: la amenaza de aranceles a un Estado miembro de la Unión Europea, que habría de imponer al conjunto del bloque y a la que Bruselas «responderá de manera adecuada» si llega a hacerse realidad.

La reacción tranquila del Gobierno Sánchez seguramente encierra una cierta satisfacción, porque Trump involuntariamente le permite presentarse en casa como molesto para la superpotencia. Pero la irresponsabilidad del estadounidense debe dejar de perturbar a la OTAN en un momento en que necesita concentrar toda su energía en plantar cara al creciente peligro de Rusia para toda Europa. También para los países del sur, por más «protegidos de los enemigos» que quiera presentarlos la ignorancia trumpista. El apoyo a Ucrania echa de menos un liderazgo decidido de EE UU, que vaya más allá de su avidez por que cada vez más aliados le compren armas, como reclamó ayer en Bruselas el secretario Hegseth. En este capítulo, España vuelve a decepcionar a Washington, pero también Francia o Italia.