Hemos llegado al final de una campaña electoral que ha transcurrido con algunos giros de guión muy notables, el principal de los cuales es la situación en que se encuentra la mujer del presidente del Gobierno, un galán enamorado con necesidad de comunicar urbi et orbi su comezón sentimental, ya que al parecer Begoña es una destinataria insuficiente para sus misivas amorosas.
El giro Begoña ha sido propiciado por el juez Peinado, al decidir investigarla hace casi dos meses para pasmo de un socialismo que negaba la mayor, primero, que estuviese investigada, después que a quién se le ocurre, con la denuncia de un sindicato ultraderechista que tenía por toda base unos recortes de periódicos, aunque un par de ellos fueran recomendaciones de la mujer del presidente en favor de un empresario amigo con su firma al pie de las mismas.
El presidente del Gobierno se ha prodigado en favor de su mujer mediante un par de cartas inenarrables dirigidas a la afición para dejar constancia de lo mucho que le afecta esto y explicar a los propios una supuesta norma no escrita que recomienda a los jueces no tomar iniciativas semejantes en fechas tan próximas a unas elecciones. Es una cuestión notable que invoque la protección de una norma no escrita un gobernante que ha hecho especialidad de violar las normas sí escritas y publicadas en el B.O.E. como ha señalado algunas veces el Tribunal Constitucional. La hemeroteca se revela implacable al recordar que el entonces juez Garzón inculpó a Bárcenas el 25 de febrero de 2009, cuatro días antes de las elecciones autonómicas de Galicia y Euskadi, que se celebraron el 1 de marzo.
Por otra parte, el líder de la oposición parece obsesionado con la idea de hacer vaticinios mesurados, llamando a los suyos a no caer en la trampa del empate. Trataba sin duda de atraer a los votantes de Vox: “cualquier voto que no vaya al PP ayudará a Sánchez a maquillar el resultado”. No es que le falte razón, pero la mención del empate es mala estrategia. El PSOE, que no se cree ni en sueños los cinco puntos de ventaja que le atribuye el CIS emputecido de Tezanos, aspira al empate. Sánchez, y seguramente Begoña, pensarán en la intimidad: si después de todo lo que hemos hecho solo pueden empatar de aquí no hay quien nos desaloje. Por una parte, Tezanos no quiere reflejar la opinión de los españoles, sino inducirla y Pedro Sánchez acaricia el lomo de Abascal ¡y hasta de Alvise! para repartir los votos de su oposición. Por otra parte está la curiosa estrategia de Vox para equiparar a sus dos adversarios: PSOE y PP, aunque la misma comparanza jode. Lo decía pertinentemente Cayetana Alvares de Toledo: “Si el PP y el PSOE son iguales, ¿qué hacen gobernando con nosotros en cinco Comunidades Autónomas y en 135 Ayuntamientos?” No se explica, en efecto. Que los dirigentes de Vox insistan en ello al día siguiente de la imputación de Begoña Gómez en quien la Fiscalía europea aprecia (supuestamente, que no se me olvide el supuestamente) tres posibles delitos: malversación, corrupción en los negocios y tráfico de influencias. Y lo han hecho público a tres días de las elecciones europeas. Debe de ser que en Europa carecen por completo de normas no escritas.