Francesc de Carreras-El Confidencial
- El nuevo «concepto estratégico» de la OTAN, con muy poco respeto a su Tratado fundacional, considera que Moscú es «una gran amenaza» y desde Pekín «se intenta subvertir el orden internacional»
«El Congreso se divierte» es una película de los años treinta, en los comienzos del cine. La acción sucedía en el Congreso de Viena de 1815, cuando las grandes potencias europeas, una vez derrotado definitivamente a Napoleón, se repartieron Europa con el objetivo de restaurar el absolutismo monárquico del Antiguo Régimen.
La figura descollante del Congreso fue el canciller austríaco Metternich, un estratega genial, que supo poner de acuerdo a los tres grandes imperios del momento: Gran Bretaña, Prusia y Rusia. Se cambiaron muchas fronteras, se anexionaron países, se quiso derrotar a las ideas liberales que, a su manera, defendía Napoleón. Esto último no se consiguió del todo, pero este orden europeo, basado en la inteligente idea del equilibrio del poder, duró de hecho hasta la primera guerra mundial: un siglo, todo un éxito. Según esta rancia película, los banquetes y los bailes de la gala, con sus galanteos y escenas de sofá, entre otro tipo de mobiliario, contribuyeron al éxito.
Pues bien, esta semana he recordado este almibarado film de época al ver en los telediarios la Cumbre de la OTAN que ha tenido lugar en Madrid. Cenas, lujo y banalidad: esto nos han suministrado las imágenes. La verdad sin duda ha sido otra. El contraste entre estas imágenes y la realidad me ha parecido realmente obsceno. Risas y abrazos, derroche y vanidad, también pompa con su correspondiente circunstancia de fondo. El fondo es lo que pasa en el mundo.
¿Qué pasa en el mundo? Si queremos ser optimistas es alarmante, si nos ponemos algo dramáticos, sin dejar de ser realistas, podemos calificarlo de aterrador: peste, hambre y guerra. Pandemia, crisis económica, misiles y bombas. Las clásicas tres grandes plagas de la humanidad a la vez, en menos de tres años. Bajo la Cumbre de papel ‘couché’ se escondían estas tragedias, de ellas se trataba en los pasillos del poder, sin fotos ni videos, sin elegantes parejas, sin boato ni esplendor. Seguramente ya todo estaba acordado: solo hemos podido ver el escenario. Pero lo acordado da miedo.
En efecto, el nuevo «concepto estratégico» de la OTAN, con muy poco respeto a su Tratado fundacional, considera que Moscú es «una gran amenaza» y desde Pekín «se intenta subvertir el orden internacional». En Europa, la Alianza Atlántica pasará de tener los 40.000 soldados actuales a 300.000. En Polonia se instalará un Cuartel General de la OTAN para el ejército de los EEUU. Gran Bretaña sumará dos escuadrones más de cazas a sus fuerzas del Aire y en la base española de Rota se añadirán dos nuevos destructores como parte de la Sexta Flota norteamericana. Solo se me ocurre una consecuencia: la industria de armamento aumentará su cuenta de resultados.
Pero todo sea por la Paz, al fin y al cabo, la OTAN es una organización de naturaleza defensiva… ¡Ah!, se me olvidaba: los presupuestos de Defensa de los estados europeos deben alcanzar el 2% de su PIB. Atención al nuevo proyecto de ley de Presupuestos Generales para 2023, ¡hay que hacer los deberes!. Mientras visitaban El Prado, cenaban en el Palacio Real y se enseñaban los maravillosos jardines de La Granja a las parejas de los invitados, se decidía oficialmente este programa de Seguridad y Defensa.
Abandonemos la idea de un ejército de la UE: excepto Austria e Irlanda, todos sus demás miembros pertenecen a la OTAN. Por tanto, Europa ya tiene un ejército, su capital está en Bruselas, su dirección en Washington y su poder ejecutivo en Polonia, este país considerado hasta ahora dudosamente democrático… Y no hablemos de Turquía: ayer Rubén Amón ya dijo en este periódico lo que había que decir.
Ya sé, la culpa de todo esto es de Putin, de la «guerra de Putin», como se la llama. Algo de razón tiene: sin la invasión de Ucrania quizás no estaríamos donde estamos. Quizás. El error de esta invasión, este cruel y sangriento error, empieza a verse claro. Pero para ser justos no podemos olvidar que desde hace años hubo muchas advertencias de otro gran error: el acercamiento de la OTAN a las fronteras con Rusia, una promesa incumplida de EEUU.
Grandes estrategas norteamericanos, algunos considerados como «halcones», lo dijeron en su momento. En artículos anteriores hemos aportado testimonios de Kissinger y Brzezinski, hoy hacemos otra aportación, la de Georges Keenan, famoso en otros tiempos, el que formuló tras 1945 la política de contención frente a la URSS que supuso el inicio de la Guerra Fría. Pues bien, en 1997 Keenan publicó un artículo en el ‘New York Times’ en el que sostenía lo siguiente:
«Dicho sin rodeos (…) expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría. Se puede esperar que tal decisión inflame las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en la opinión rusa; tener un efecto adverso en el desarrollo de la democracia rusa; restaurar la atmósfera de la guerra fría en las relaciones Este-Oeste e impulsar la política exterior rusa en direcciones que decididamente no son de nuestro agrado». Profético todo, Putin no sale de la nada.
Y un año después, en 1998, declaraba en el mismo periódico al aprobarse la incorporación de nuevos miembros, fronterizos con Rusia, a la OTAN: «Creo que es el comienzo de una nueva guerra fría. (…) Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de manera bastante adversa y afectará sus políticas. Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie. Esta expansión haría que los padres fundadores de este país se revolvieran en sus tumbas».
En efecto, estamos en el comienzo de una nueva Guerra Fría, otra vez la política de bloques, una disminuida Europa al lado de EEUU, Rusia también bajo el amparo de China, echaremos de menos la globalización del comercio, los pobres serán más pobres, habrá muchas vallas como la de Melilla.
Es un mundo sin estadistas, sin estrategas, que en las Cumbres se divierten. Nos falta un dirigente del talento de Metternich: precisamente Henry Kissinger escribió la tesis doctoral sobre sus ideas.