ABC 19/07/17
EDITORIAL
LA renuncia del responsable del servicio de emergencias 112 de la Generalitat, Frederic Adan, aumenta la nómina de nacionalistas discrepantes con el plan suicida de Puigdemont y Junqueras. Adan era una persona de confianza del exconsejero de Interior, Jordi Jané, y su baja se une a la de Albert Batlle, quien abandonó, también por lealtad a Jané, la dirección de los Mossos d’Esquadra. Los abandonos causados por la remodelación del Gobierno autonómico expresan bien el grado de sectarismo al que está dispuesto a llegar Puigdemont en su desafío al Estado, pues ya no dirige un ejecutivo, sino un grupo de juramentados que dramatizan hasta el patetismo su disposición al martirio político, olvidando el más elemental sentido del ridículo. Sin embargo, lo cierto es que el Gobierno catalán sigue dando pasos hacia el referéndum del 1-O. El plan de compra de urnas no se ha detenido, pese a la querella de la Fiscalía contra el concurso público que luego fue anulado por el propio Ejecutivo autonómico, y ahora Puigdemont prevé una compra directa, aunque le suponga una querella.
El Gobierno central insiste en que no habrá consulta, pero como lo mismo decía del 9-N y al final hubo consulta, incluso contra el mandato del Tribunal Constitucional, quizá fuera preciso renovar el mensaje para hacerlo más creíble y disuasorio. Esperar a que las divisiones internas hagan naufragar el desafío separatista es una táctica comprensible, pero quizá minusvalore el grado de fanatismo que han alcanzado los dirigentes nacionalistas y el hecho de que son estos fanáticos los que tienen en sus manos las competencias legislativas y ejecutivas de la comunidad autónoma de Cataluña con las que llevan años atacando el orden constitucional español sin más consecuencias que unas leves condenas de inhabilitación.