Juan Ramón Rallo-El Confidencial
- Las nuevas sanciones económicas sí suponen un salto cualitativo en las represalias occidentales contra Rusia. Los riesgos, empero, no residen únicamente en el lado ruso
El pasado viernes, EEUU y la Unión Europea aprobaron un paquete de sanciones económicas contra Rusia que tenían un alcance bastante limitado. Aunque tanto Biden como Von der Leyen insistían en que se trabaja en el paquete de sanciones más duro jamás aprobado contra ningún país, lo cierto es que mantenía muchas puertas abiertas para que Rusia y Europa pudiesen seguir operando a corto-medio plazo con cierta normalidad. Así lo entendieron de hecho los mercados. Tras el pánico del jueves (antes de conocer las sanciones), experimentaron notables subidas el viernes. La guerra parecía decantarse a favor de Rusia y Occidente castigaba al vencedor con represalias de cara a la galería, pero sin gran incidencia de fondo.
Sin embargo, las cosas han cambiado de manera sustancial a lo largo de este fin de semana. Tal vez, el hecho de que los ucranianos hayan resistido ferozmente a la embestida rusa y de que la opinión pública occidental se haya posicionado mayoritariamente a su favor ha llevado a los líderes occidentales a ponerse realmente serios con las sanciones. Así, las dos medidas con un mayor calado macroeconómico anunciadas este sábado por la noche fueron, por un lado, la expulsión del sistema Swift de parte de la banca rusa y, por otro, la congelación de los activos del banco central de Rusia.
La primera de estas dos medidas, sin duda la más sonada y esperada, es la que tiene un alcance más incierto. El sistema Swift solo es un mecanismo automático y verificado de comunicación entre bancos. Permite procesar rápida y confiablemente transacciones entre entidades: «Reservas enviadas / reservas recibidas». Sacar a los bancos rusos del Swift equivale a privarles de esa red de comunicación global y, por tanto, a silenciarlos, sobre todo a escala internacional. En teoría, esta decisión no tendría por qué ser tan devastadora como se nos viene diciendo desde hace semanas desde algunos medios.
Si dos bancos encuentran otra forma de comunicarse entre sí que resulte confiable para ambos (incluso una llamada de teléfono podría servir), las transacciones entre ellos podrían seguir ejecutándose. Ciertamente, seguiría habiendo problemas en la implementación de esas alternativas: si son alternativas que requieran verificación manual, el ritmo de transacciones con bancos rusos se ralentizaría (y se encarecería) de manera muy notable, pero al menos no se imposibilitaría de raíz (sobre todo para las transacciones de muy alto valor). Sin embargo, como decimos, para que esas alternativas puedan darse, los bancos occidentales deberían estar dispuestos a colaborar con los bancos rusos expulsados del Swift y cabe desde luego la posibilidad de que la sanción formal de los gobiernos europeos y estadounidense vaya acompañada de la sanción informal de sus bancos de no colaborar con las entidades rusas al margen del Swift. Si es así, entonces se bloquearán la mayor parte de los pagos electrónicos procedentes de bancos rusos expulsando a ciudadanos y empresas rusas del comercio global.
No obstante, recordemos que solo se expulsará del Swift a algunos bancos rusos y no para todas las transacciones posibles (por ejemplo, se podrán seguir canalizando los pagos de venta de energía), con lo que quizá no le resulte tan complicado al sistema bancario del país burlar la restricción. No solo podrían tratar de conectarse a otros sistemas de comunicación verificada para seguir comerciando con los países también adscritos a él (por ejemplo, el Cips), sino que los bancos rusos no expulsados del Swift podrían actuar como bancos corresponsales de los que sí han sido expulsados. Por tanto, la eficacia real de esta medida todavía está por ver, aunque desde luego agravará la situación del día a día de muchos ciudadanos rusos, lo cual añadirá presión interna contra Putin.
La segunda medida, la congelación de las reservas exteriores del banco central de Rusia, sí es indudablemente un fuerte golpe para el régimen de Putin. El ‘establishment’ ruso lleva años acumulando reservas exteriores por valor de 640.000 millones de dólares (la mayor parte en oro, euros, dólares y yuanes). Esa es la auténtica ‘hucha’ de Putin para financiar la guerra y las sanciones exteriores que previsiblemente se le pudieran imponer. Aunque la mitad de esa hucha está dentro de Rusia y, por tanto, no puede ser alejada de las manos de Putin, la otra mitad sí está en el extranjero y, por tanto, sí puede ser retenida. Esa es la decisión que han adoptado los gobiernos occidentales y que va a descapitalizar la capacidad del régimen ruso no solo para financiar las importaciones desde aquellos países que no colaboren en las sanciones, sino que previsiblemente provocará un fuerte desplome del tipo de cambio del rublo ruso con respecto al resto de divisas.
Recordemos que el rublo ya perdió el 50% de su valor durante la guerra de Crimea y que durante los últimos días ya venía mostrando una debilidad que, no obstante, se mantenía acotada por la intervención del banco central ruso. Mientras los ciudadanos rusos se desprendían en masa de sus rublos, el banco central los recompraba en los mercados internacionales contra la venta de sus reservas. Pero si ahora pierde la disposición de la mitad de sus activos exteriores, esa capacidad de estabilización del rublo se verá muy seriamente mermada y, por tanto, los especuladores atacarán sin cuartel la divisa rusa.
Cabe esperar, pues, que durante los próximos días se produzca una importante depreciación del rublo que dificulte y encarezca la importación de cualquier producto y que, además, genere una importante inflación dentro de Rusia (si los rusos ven que el rublo se deprecia, previsiblemente tratarán de comprar dólares y euros a cualquier precio, lo que añadirá más presión contra el rublo). Nuevamente, pues, estamos ante un intento no solo de asfixiar su economía, sino de intensificar el coste de la guerra para los ciudadanos rusos confiando en que la mayor contestación interna forzará a Putin a cambiar de estrategia.
En definitiva, las nuevas sanciones económicas sí suponen un salto cualitativo en las represalias occidentales contra Rusia. Los riesgos, empero, no residen únicamente en el lado ruso. Si bien era improbable que, con la primera tanda de sanciones, Putin optara por responder con sanciones económicas contra Occidente, tras las nuevas medidas la probabilidad de que ello suceda en forma de un embargo energético van aumentando. Y Europa, especialmente Europa central, no está preparada para mantenerse en funcionamiento sin el gas ruso.