EL CORREO 17/04/13
PELLO SALABURU
· La única forma de solucionar el conflicto que entienden, el único modo de diseñar los nuevos tiempos, es que hagamos lo que quieran ellos: «poner cada uno su parte» quiere decir que el resto aceptemos sus condiciones de partida
· Muchas de las declaraciones de los responsables de Sortu producen la impresión de que están en otro mundo. Esto no debería extrañarnos, en principio, porque siempre lo han estado. Pero como llevan ya tantos meses hablando de ‘nuevos tiempos’, uno pensaba que a lo mejor se habían avenido a vivir en ese que habitamos todos. Pero no, parece que siguen en otro planeta.
Es una visión un poco sesgada de la realidad. El problema de fondo es que no compartimos parámetros. No es que haya visiones de la sociedad diferentes, eso por supuesto. El problema es más de fondo, no tenemos ni siquiera parámetros de análisis coincidentes: siguen viendo montañas donde solo hay mar; viendo sol donde no hay sino lluvia; ven militantes donde hay expulsados u olvidados; inocentes donde hay condenados; ven pacíficos recibimientos donde hay homenajes no encubiertos a terroristas; ven presos políticos donde hay delincuentes, o confunden la libertad de opinión con el insulto. No es que el resto estemos volviendo al pasado, el problema más bien es que no quieren enterarse de dónde está el presente. Es cierto que han hecho una apuesta: queremos solucionar el conflicto, vamos a hablar, vamos a poner cada uno algo de nuestra parte. Es exactamente lo que todos los partidos llevan haciendo, con mayor o menor fortuna, desde hace más de cuarenta años. Llegan ellos y la única forma de solucionar el conflicto que entienden, el único modo de diseñar los nuevos tiempos, es que hagamos lo que quieran ellos: ‘poner cada uno su parte’ quiere decir que el resto aceptemos en principio sus condiciones de partida, y comencemos a discutir a partir de ese punto. Lástima que en democracia los puntos de partida se fijen de otro modo. Seguramente lo entenderán en algún momento, aunque igual necesitan algunos años más, es su problema. Por mucho que se empeñen en explicaciones de la realidad cuya lógica solo ellos son capaces de entender, por mucho que tiendan la mano con la intención de cogerte el codo, por mucho que vean desastres donde solo hay discrepancias –importantes, pero solo legítimas discrepancias– el presente, no el pasado en el que algunos nunca hemos estado, es mucho más simple: ha habido una organización que ha matado. Ha habido una organización a la que ellos han apoyado. Cuando no ha podido más, ETA lo ha dejado y eso ha desestabilizado al personal. Y en esas estamos, esa es la única nueva realidad, y esa es su única apuesta, y lo único que importa a la sociedad. Por eso, las preguntas sobre si va a haber vuelta atrás –pocos locutores se atreven a preguntar si ETA va a volver a empuñar las armas– son retóricas. No habrá vuelta atrás, porque ETA no puede volver atrás. No hay nada más aquí.
Podemos, eso sí, decidir con libertad intentar la reconstrucción de la convivencia social poniendo los cimientos junto con quienes durante años se han dedicado a arrasar los edificios. En Gipuzkoa y San Sebastián muchos decidieron apostar directamente por ello. Otros lo hacen disfrazándolo de alianzas políticas. Bueno, son opciones, aunque no muy morales en una sociedad arrasada desde el punto de vista ético, como lo vemos cada día.