Ángel Duarte Historiador
«El pragmatismo del PNV está irritando a los más intransigentes del nacionalismo catalán»
El catedrático de la Universidad de Girona clausura hoy en Vitoria las jornadas sobre nacionalismo y violencia que organiza el Instituto Valentín de Foronda
El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Girona Ángel Duarte (Barcelona, 61 años) será el encargado de cerrar hoy en el campus de la UPV de Vitoria las jornadas ‘Nacionalización y violencia política’, organizadas por el Instituto Valentín de Foronda. «El caso más extremo es el que se ha vivido en el País Vasco con ETA. En otros, la violencia con fines políticos es un elemento mucho más tenue y su uso es más intenso cuando existe una voluntad clara de crear un marco de soberanía propia», sostiene. – De ruptura, quiere decir.
– De secesión, exactamente. De crear un sujeto político independiente. En ese momento, el ejercicio de la violencia más pronto que tarde acaba apareciendo. En el País Vasco se han padecido casos de violencia extrema, frente a otros lugares que han intentado esquivar ese tipo de acciones. – ¿Se refiere a la situación actual de Cataluña?
– Ahora, sí. Pero no hay que olvidar que en los sesenta y los setenta, aquellos que querían dar un salto hacia un Estado propio ya recurrieron a la violencia. Lo que pasa es que el tema quedó cercenado. Episodios como los del Exèrcit Popular Català (EPOCA), el Frente de Liberación de Cataluña e incluso Terra Lliure. Los primeros pasos son muy similares: son atentados contra locales que representan la presencia del Estado, a compañías cuyos intereses chocan con lo auténticamente catalán… En el caso catalán el nacionalismo ‘pujolista’ marcó distancias con los violentos que, además, eran unos inútiles. El de ETA no es un modelo que nos sedujese. No había una red social de apoyo. – ¿Teme que surjan conatos de violencia en Cataluña?
– La violencia tal y como se ha vivido en Euskadi es irrepetible en el caso catalán. Lo que sí sostengo es que, a pesar de que los nacionalistas digan lo contrario, en algunas zonas de Cataluña se está dando un clima social irrespirable. – ¿Existe un riesgo de fractura?
– Sí, como riesgo existe. No creo que hasta ahora se haya producido. Pero si me pregunta si la gente podría llegar a pegarse en la calle, mi respuesta sería que sí. El que participa del ‘procés’ está metido en una lucha a la escocesa, que podría hacerle sentir frustrado. Mientras que quienes no han tomado parte, tienen una sensación de fatiga absoluta. – ¿Confía en que el diálogo dé lugar a una solución política?
– El problema es que yo no veo una voluntad para desacelerar el tema.
– ¿Qué se puede esperar de la reunión del lunes entre Pedro Sánchez y Quim Torra? – No espero nada. Me da la sensación de que Pedro Sánchez está dispuesto a hacer todos los gestos que pueda dentro de la ley, incluso bordeándola, pero no va a permitir un referéndum de autodeterminación. Y los otros no se van a bajar de ahí. Las relaciones van a ser complicadas durante mucho tiempo y lo que me produce desasosiego es que en Cataluña se instalen dos lógicas comunitarias contrapuestas. A la irlandesa, digamos, pero sin un IRA o grupos paramilitares de por medio. No hablamos de lograr avances el autogobierno, sino de la destrucción del Estado. – Lo contrario que Euskadi, donde la apuesta por aumentar los niveles de autogobierno es clara. – El problema que tiene el nacionalismo catalán en buena medida es que renunció en el momento de la Transición a una gestión de los recursos similar a lo que se corresponde con el Fuero y el Cupo, y ahora ha llegado a ser insatisfactorio. Teniendo en cuenta la aportación del PIB de Cataluña al conjunto del Estado, exportar el modelo vasco al caso catalán haría, al parecer, inviable la Hacienda española. No lo sé. Lo que sí que es cierto es que el PNV está irritando a los sectores más intransigentes del nacionalismo catalán porque están dando muestras de un pragmatismo o una capacidad de entender la gestión política, de explorar los pasos intermedios, tensar la cuerda y saber qué se puede alcanzar y qué no. Eso en Cataluña genera una gran frustración. Pero bueno, parece que algunos, como Esquerra, están empezando a cambiar el ‘chip’. Veremos a ver qué pasa con el tándem Torra-Puigdemont.
«No eran el enemigo»
– Participa en unas jornadas en Euskadi tras el final decretado por ETA. Como historiador, ¿cómo se puede ayudar a cerrar heridas? – Lo que conviene es un ejercicio de verdad. A partir de ahí se puede pensar en cómo cerrar las heridas. Optar por pasar página en nombre de la piedad, que no tanto de la verdad, me temo que es un mal camino. Hay que situar a cada uno en su lugar, en su contexto. La verdad es lo que sana. Yo he estado con colegas, que tenían que ir escoltados por dos ertzainas. Y ellos no eran el enemigo ni el aparato represor de ningún Estado. – ¿Una petición de perdón por parte de quienes ejercieron la violencia ayudaría? – No van a pedir perdón. Mientras sigan utilizando la coartada de la ‘guerra sucia’ y tengan un relato histórico de largo recurrido, el de la opresión milenaria, que es un delirio, va a ser complicado. Yo creo, y es solo un consejo, que la gente que ha padecido el terrorismo de ETA debería dejar de esperar ese perdón. Que trabajen los historiadores, que se respete la memoria y el dolor de las víctimas.