Iñaki Ezkerra-El Correo

  • No existen los terrorismos ni los tsunamis respetuosos con los derechos humanos

Para justificar esa ley de amnistía que rechazan dos de cada tres españoles, Félix Bolaños hacía el miércoles encaje de bolillos preguntando si «de verdad alguien cree que es comparable el proceso independentista con el terrorismo que sufrió España durante décadas». Formulada así la cuestión, cabe imaginar a un ministro británico preguntando si es comparable el robo con arma blanca a una anciana en el metro de Londres con el asalto al tren de Glasgow, para exculpar al primero de los delincuentes en virtud de la escasa cuantía en libras sustraída, o a los autores del segundo, que no causaron más que un herido. Conviene recordar al ministro de la Presidencia que no hay código penal de ningún país occidental que exculpe ningún delito por contraste con otros de naturaleza más perversa o más graves consecuencias, ni una legislación que se salte olímpicamente una sentencia firme de los jueces. Por esa regla tan creativa, se absolvería a los violadores que no llegan al asesinato. Pero respondamos a la preguntita que se atrevía a formularnos Bolaños con cara de cemento.

En efecto, el terrorismo de ETA fue más grave en sus consecuencias sangrientas, pero «al menos hasta ahora» más leve en los efectos políticos que ha alcanzado el ‘procés’ gracias a las fechorías legislativas del sanchismo. Dicho de otro modo, la ETA que mató durante más de cuatro décadas se habría dado con un canto en los dientes si su millar de atentados hubiera tenido la centésima parte de los réditos políticos que están obteniendo los actores del 1-O con su chantaje al Gobierno. Y es que sucedió más bien lo contrario: cada vez que ETA asesinaba, el Estado de Derecho se legitimaba y se esfumaba el discurso de la indulgencia del propio nacionalismo, que se veía obligado a usar nítidamente los términos de la condena democrática. ¡Claro que aquel terrorismo era diferente del ejercido por los agentes del ‘procés’! Y le diré a Bolaños en qué era diferente: lo era en que, pese a compartir unos fines con el nacionalismo institucional, no surgió de quienes gobernaban las instituciones vascas. El hecho de que en el 1-O quienes llamaban a la rebelión fuera los mismos representantes electos de la Generalitat, empezando por su presidente, es lo que hace que los episodios de violencia que protagonizaron el Tsunami Democràtic y los Comités de Defensa de la República (CDR) presenten un carácter particularmente grave.

Sí. La propia expresión ‘tsunami’ remite a una fuerza desbocada y violenta de la Naturaleza. No remite al respeto a ninguna ley. Esas dos palabras unidas -‘tsunami’ y ‘democrático’- forman un oxímoron. Pese a los encajes de bolillos o de Bolaños, no existen los terrorismos ni los tsunamis respetuosos con los derechos humanos.