Editorial- El País
Quienes más pierden con el inadecuado comportamiento de Torra son los ciudadanos catalanes
La tensa inauguración de los Juegos Mediterráneos de Tarragona parece confirmar que la presidencia de la Generalitat continúa actuando de un modo inadecuado. El president, Quim Torra, busca atenerse formalmente a la legalidad constitucional (aunque casi siempre en el límite y rectificando sus decisiones) y comportarse como un Gobierno convencional. Pero al mismo tiempo, erosiona las instituciones con una áspera retórica que parece más cercana a la de los movimientos antisistema.
Con el apoyo que desde el exterior le brinda su antecesor, Carles Puigdemont, intentó nombrar consellers de imposible ejercicio. Fue una maniobra propagandística para reivindicar a los dirigentes presos, y acabó rectificando. Más tarde, ambos propugnaron desentenderse de la moción de censura a Mariano Rajoy para mostrar su distancia hacia el sistema común mientras aseguraban la continuidad de aquellos a quienes se oponían. Y acabaron asumiendo el voto contra Rajoy, por presión de Esquerra y de la joven y más flexible dirigencia del PDeCAT.
Ahora, tras asegurar que no asistiría a la inauguración de Tarragona, Torra acabó acudiendo. Lo hizo tras lanzar proclamas de ruptura contra el jefe del Estado, manifestarse en la calle contra el Rey, negarse a recibirlo como indica el protocolo y quebrar en el palco las mínimas normas de cortesía, una conducta insólita para quien dice buscar el diálogo. Quienes más pierden con esta falta de respeto son los ciudadanos catalanes. Los grandes proyectos que les afectan necesitan la fluidez y complicidad de todas las instituciones.