EL MUNDO 01/08/14
FERRER MOLINA
Es conmovedora la secuencia de la película de Spielberg que muestra el momento en que el ovni llegado a la Torre del Diablo, en Wyoming, establece comunicación con los terrícolas gracias a la repetición de cinco notas. Esa serie musical, que encarna el mensaje de paz de los extraterrestres, permanece en la memoria de todo el que haya visto el filme. En España se estrenó en 1978, justo el mismo año que Pujol creó Convergència para cambiar la historia reciente de Cataluña. Ahora sabemos que también la de su familia, pese a que desconocemos dónde empieza ésta y dónde acaba su partido.
Pujol ha sido alguien de una gran capacidad de seducción. Sobreponiéndose a su humanidad imperfecta, hizo creer a sus paisanos y a no pocos españoles que la política catalana era un hecho diferencial más: frente a la seriedad, a la honradez y al idealismo que personificaban sus líderes, en el otro lado del Ebro chapoteaba una España cainita, incapaz de despegarse de sus males ancestrales, un gallinero con protagonistas de poco fiar. Esa percepción se ha mantenido hasta hoy pese a las evidencias del tres por ciento, del enriquecimiento ilícito a gran escala y de la financiación irregular. Cuando Maragall se fue de la lengua, inmediatamente se vio en la obligación de rectificar: había que mantener el mito a toda costa. Para el futuro del país era menos dañina la mentira.
Si no hubiera mediado la confesión de Pujol, el nacionalismo catalán habría seguido la entrevista entre Rajoy y Mas como eso que los ufólogos llaman un encuentro «del tercer tipo», es decir, el cara a cara entre un humano y un ser de otro planeta. Pero una vez descorrida la cortina –y empiezan a asomar empresas que dicen haber sido extorsionadas por el clan Pujol para poder contratar con organismos públicos–, la reunión se vio en Cataluña de forma más realista: entre iguales o, al menos, entre criaturas que comparten muchísimas más cosas de lo que se hubiera sospechado hace una semana. Aun así, Mas amenaza con iniciar «una nueva fase» si al final no hay acuerdo para la consulta separatista. No sé cómo calificarían ese salto cualitativo los estudiosos del fenómeno marciano.
Cuando se estrenó Encuentros en la tercera fase, un cuarenta y siete por ciento de estadounidenses afirmaba haber visto un platillo volante. Es, exactamente, el mismo porcentaje de catalanes partidario de la independencia, según el estudio del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat.
Si, Do, La, la, Mi.