Pedro Chacón-El Correo
- Se dice que la alianza entre jeltzales y socialistas es la viga maestra por antonomasia de la Euskadi contemporánea
Los últimos rifirrafes entre el secretario general del PSE, Eneko Andueza, y el presidente del PNV, Aitor Esteban, me han provocado una ensoñación que en el día de la Hispanidad he encontrado el marco ideal para darle rienda suelta. Andueza no está a gusto con el actual máximo dirigente del partido con el que complementa -ya que la diferencia de escaños y carteras es evidente- el Gobierno vasco, pero ahí están, necesitándose el uno al otro, en una alianza de intereses que se extiende a diputaciones y ayuntamientos.
Se dice que dicha alianza es la viga maestra por antonomasia de la Euskadi contemporánea, no en vano ambos partidos han mantenido coaliciones de gobierno desde 1986, tras el cisma de aquel PNV. Y antes fueron los que pactaron, iniciada la Guerra Civil, la primera autonomía vasca a cambio de la implicación bélica del PNV. Aunque exacerbar este último hecho tampoco me parece porque así no hay manera de cegar la trinchera: la derecha existía también en aquel País Vasco, y eran tan vascos como los que más. Toda Álava se sumó al Alzamiento, y en la Bizkaia y la Gipuzkoa de la época la derecha era al menos un tercio del electorado.
Andueza dice que el PNV está echándole lazos a EH Bildu en materia identitaria, lo cual amenaza, a su juicio, el pacto PNV-PSE. Y tampoco pasa por lo del derecho a decidir y Esteban le dice que todo eso es ponerse en «tono retador». Aitor Esteban viene de una etapa parlamentaria en Madrid de la que fue despedido en loor de multitudes por sus dotes negociadoras y parlamentarias. Haber pasado por Madrid le otorga un desnivel a su favor.
Pero le pondríamos en un aprieto a Eneko Andueza si pensáramos en él como una representación de la Hispanidad en el País Vasco, aunque le guste la tauromaquia. Solo digo que es como una ensoñación, la misma que llevó a Cristóbal Colón y a los Reyes Católicos que le apoyaron para cruzar el Atlántico, la que me hace pensar en el bisoño Andueza enfrentándose al curtido Esteban, sabiendo que la última palabra es de quien se sienta en el trono de Ferraz. Es tan desproporcionada la batalla, está tan lejano el objetivo, que cualquiera no vale para seguir la singladura, sabiendo que el más mínimo golpe de mar puede hacer trizas el cascarón en el que navega Andueza. Pero él sigue y eso es lo que le da grandeza al empeño y lo equipara, siquiera sea en la intención, al sueño de Cristóbal Colón de hace ahora un porrón de años, que sirvió para abrir Occidente hacia el oeste, cambiando la historia universal.
El sueño es pensar que Eneko Andueza, la sucursal vasca del PSOE, sea capaz de poner en aprietos al PNV o, al menos, de que su criterio sea respetado, cuando quien está al mando es un Pedro Sánchez que, con un simple apretón de mandíbula, puede desautorizar a su líder en el País Vasco. Pero soñar es libre, ¿no? Es lo que hizo Cristóbal Colón: soñar.