Luis Ventoso-ABC
Decir que Castilla-La Mancha es «una nación» refleja el gran momento del PSOE
El eibarrés Eneko Andueza tiene 40 años y estudió Políticas, carrera que en mis días universitarios componía junto a Periodismo y Pedagogía el alegre trío de las marías. Pero da igual si Eneko empolló mucho, poco o nada en la uni, porque su auténtica carrera consistió en afiliarse al PSOE a los 17 años, que es de lo que ha vivido siempre. Como tantos de nuestros cargos electos, no sabe lo que es pegar chapa fuera de la política. En ella ha tenido todas sus nóminas, según confiesa en Linkedln, actualmente como diputado autonómico y secretario general del PSE guipuzcoano. Ayer el formidable Eneko concedió una entrevista a Radio Euskadi. En su calidad de politólogo y líder local socialista ofreció una interesante explicación de cómo ve el PSOE el modelo de Estado. «Hay tantas naciones como cada cual quiera», explicó el Jefferson de Éibar. Y ya metido en danza, añadió esta lúcida aportación al debate territorial: «¿Castilla-La Mancha es una nación? ¿Por qué no? Tiene sus particularidades, su cultura y cuestiones que la diferencian?». Iceta no lo habría explicado mejor.
Eneko tiene toda la razón. Todos los buenos progresistas lo tenemos claro. Pero ateniéndonos a su lógica, tal vez se quede un pelín corto. La nación de Castilla-La Mancha es un mundo -79.400 kilómetros cuadrados- y su propio nombre ya indica que en realidad es la suma de otras dos naciones: Castilla y La Mancha. La comunidad que hoy gobierna Page sería por tanto una realidad «plurinacional», que dirían Iceta y Sánchez, integrada por las venerables naciones castellana y manchega. Pero a su vez ambas albergan hechos diferenciales muy acusados, zonas con «particularidades que las diferencian», por utilizar la jerga de Eneko. De Cantalojas, población verde de montaña y pastoreo al norte de Guadalajara, hasta Almansa, en Albacete, median cinco horas de coche, casi el triple que de Bilbao a Burgos. Ahí, a poco que rasquemos, nos salen dos naciones más, porque ya lo dice Eneko: «Hay tantas como cada cual quiera». ¿No tiene Vallecas una personalidad propia muy alejada de la del Barrio de Salamanca? Pues convendría mirarlo en serio, ir preparando con Adriana Lastra un par de Estatutos. Y pensándolo bien ¿los de Álava no son distintos a los de Guipúzcoa, y los de Boimorto a los de La Coruña? Uy, cuatro naciones más…
Lo descorazonador es que dirigentes de lo que todavía se llama PSOE van soltando estos desbarres con el más serio de los rictus, víctimas de la enfermedad que ha corroído a su partido: un inexplicable complejo de inferioridad ante unos nacionalismos retrógrados, que tienen la insolidaridad como bandera y un soniquete xenófobo con el resto de los españoles que huele a leguas. La falta de patriotismo del PSOE se está convirtiendo en uno de los graves problemas de España. Duele que estos Enekos, que buscan «espacios de acuerdo» con Otegui, hagan gala de una amnesia galopante respecto al sacrificio de compañeros socialistas que se dejaron la vida por defender, allí donde te mataban por ello, la existencia de España y el deseo de conservarla.