EL MUNDO 20/05/14
ARCADI ESPADA
Pasqual Maragall acudió el domingo a un mitin de Esquerra Republicana. Respecto de la actitud del partido, al alentarlo o al permitirlo, hay poco que añadir a lo que ha dicho el filósofo joven Bernat Dedéu: «Buscadme un país donde un ex presidente enfermo de Alzheimer haga campaña por un partido.» La presencia de Maragall sólo confirma el sesgo catatónico que ha adquirido la política en España. Y, por si hiciera falta, la imposibilidad de que Cataluña pueda ser independiente. Para ser una nación independiente primero hay que ser nación; y serlo implica un consenso y un respeto hacia las instituciones incompatible con el hecho de pasear a un enfermo mental por la plaza pública. Es verdad que la sospecha colectiva de la enfermedad de Adolfo Suárez se produjo durante un mitin del Partido Popular. Pero no hay comparación posible. En este caso no puede irónicamente verificarse la inconsistencia del hecho diferencial catalán: la enfermedad de Suárez no estaba entonces ni siquiera diagnosticada.
La responsabilidad de Esquerra no es la única. Está la de la familia. No es la primera vez que pasean al enfermo. Antes lo sacaron para que apoyara a un candidato Martí que se presentaba a unas elecciones primarias de los socialistas. En los dos casos se advierte el interés de la familia de combatir a la dirección del PSC, a la que hacen responsable no sólo de traiciones políticas, sino también personales: la esposa está convencida de que miembros de ese aparato dirigente filtraron para su conveniencia estratégica la noticia de la enfermedad. A la seca inmoralidad de utilizar un enfermo para las venganzas se añade, en este caso, su carácter público. Maragall no es, ni será nunca, una persona privada y lo primero que lo demuestra es el hecho de que su enfermedad apareciera en los medios. Ese carácter público obliga a la familia a extremar su cuidado, porque la exigencia de responsabilidades puede ir mucho más allá del estricto círculo familiar y amical. Algo que parece no comprender bien su mujer Diana Garrigosa. Ayer mismo habló ante los micrófonos de Catalunya Ràdio para exculpar a Esquerra y asegurar que la decisión fue de su esposo y de ella misma. No percibe en qué patético punto sitúa las cosas la evidencia de que el propio Maragall ya no pueda dar por sí mismo cuenta razonada de sus actos.