Es quizá la fortaleza y la determinación que ahora muestran los socialistas lo que provoca que el PNV quiera recuperar el fantasma de la negociación como ‘serpiente de verano’. Pero si el cambio que está dirigiendo el nuevo Gobierno vasco supone la ruptura de la inercia del silencio, del miedo y del asentimiento ante la imposición del matonismo, no cabe duda de que Patxi López, si no comete errores de bulto, irá recogiendo, con el tiempo, muchas más adhesiones que las obtenidas en las urnas.
De todas las tesis manejadas hasta ahora en el debate propiciado por el PNV sobre el final del terrorismo, la más chocante la ha brindado en las últimas horas el colectivo Lokarri aduciendo que el diálogo debilita a la banda. Textual. Una teoría tan original que, si no estuviera encaminada a justificar la supervivencia de tantos grupos que han vivido durante tantos años del llamado ‘conflicto’, debería estar enmarcada en un cuadro de honor en la galería de los retratos notables del Parlamento vasco. Porque nadie, antes, había llegado a semejante conclusión. Y no habrá sido por falta de subvenciones a grupos de teóricos y expertos en los tiempos de Garaikoetxea, Ardanza o Ibarretxe…
Porque si algo ha quedado demostrado, incluso para los defensores del diálogo sin condiciones y hasta el amanecer, durante tantos años de pesadilla, es que ETA siempre se ha beneficiado de los tiempos de la negociación. Todo el mundo que conozca la trayectoria de la banda sabe que los terroristas tienen, entre sus ‘áreas’ de actividad, el frente de la negociación. Una puerta que abren siempre que se encuentran en apuros. Por eso, resulta insostenible pensar que del diálogo brota la debilidad de ETA. Sencillamente porque la Historia ha demostrado lo contrario. Todos los tiempos de la negociación han sido utilizados por la banda para reorganizarse. La propaganda es un ‘arma’ más de la organización terrorista. De ahí que necesite sostener el señuelo del diálogo y que intente volver a colarse en las instituciones en donde tiene garantizada la caja de resonancia para ser tratada como si sus representantes fueran portavoces democráticos.
ETA, a pesar de que sigue matando y de que quiere amortizar el comando de Mallorca, está atravesando una manifiesta debilidad reconocida por los propios activistas en sus documentos internos. Una debilidad provocada no por el diálogo precisamente, sino por las continuas detenciones y el acoso judicial al que ha estado sometida desde que le tendió la trampa al presidente Zapatero con su última tregua. Los socialistas se tomaron su tiempo para corregir el error mientras no querían oír las voces de los escarmentados en otros procesos de diálogo. Se equivocaron. Y muchos de ellos lo reconocen ahora. El nuevo Gobierno del lehendakari López ha dado un giro en la lucha antiterrorista tan radical que los críticos con el proceso frustrado de negociación le agradecen el cambio.
El comunicado de ETA apuntando al ministro Rubalcaba, pasándole las muertes que ellos provocan y refiriéndose a la política de Interior que dirige Rodolfo Ares indica que los socialistas están dando a ETA donde más le duele. Es señal de que los dos responsables de Interior lo están haciendo bien. Sin complejos. Porque si los votantes críticos con la etapa de la negociación con ETA pensaban que nunca verían a los socialistas vascos enarbolar la bandera de la persecución del delito con todas sus consecuencias, desde el PNV llegaron a teorizar que el Gobierno de Patxi López no tendría agallas.
Pero como tenemos que juzgar a nuestros gobernantes por sus hechos, ahí están los responsables de Interior, en Madrid y en Vitoria, decididos a no dejar pasar ni un gol por la banda a los cómplices de los terroristas que, durante muchos años, creyeron que las calles eran suyas. Decididos a recuperar el espacio para los ciudadanos. Y decididos a que las víctimas que aún tienen la moral de seguir viviendo en Euskadi no deban pasear más por sus calles con la cabeza inclinada, como si la vergüenza o un incomprensible complejo de culpa les empujara a vivir en un enclaustramiento forzoso.
El nuevo Gobierno vasco, con el apoyo del PP, está cumpliendo con su promesa de liberar las fiestas de la propaganda de ETA. Y si han decidido poner la venda antes de que se abra la herida sobre las posibles futuras trampas del entorno del abertzalismo es porque saben que los grupos políticos de ETA son muy capaces de condenar la violencia con tal de volver a pisar la moqueta de las instituciones. Ya lo hicieron. La declaración de EH, antes de apoyar al Gobierno de Ibarretxe, logró llevar al huerto a media clase política. Las primeras declaraciones de la candidatura europea encabezada por Alfonso Sastre también intentaron hacer un guiño para despistar a los vigilantes electorales.
Pero ya son demasiados años en los que el entorno de ETA ha tendido tantas trampas como para volver a incurrir en los mismos errores. Maldita la gracia que le hará al presidente Zapatero saber que el ex preso De Juana anda presumiendo por ahí de haber forzado a su Gobierno a negociar sus condiciones. Es quizá la fortaleza y la determinación que ahora muestran los socialistas lo que provoca que el PNV quiera recuperar el fantasma de la negociación como ‘serpiente de verano’. Pero si el cambio que está dirigiendo el nuevo Gobierno vasco supone la ruptura de la inercia del silencio, del miedo y del asentimiento ante la imposición del matonismo, no cabe duda de que Patxi López, si no comete errores de bulto, irá recogiendo, con el tiempo, muchas más adhesiones que las obtenidas en las urnas.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 10/8/2009