Enjuagues familiares

Nadia ha salido a papá, pero solo en lo tramposa; él era más listo y remodeló Televisión Española para los tiempos del socialismo. José Mª Calviño había sido el secretario general de Acción Republicana Democrática Española (ARDE), resultado de la fusión de Unión Republicana e Izquierda Republicana, el partido de Azaña, pero al ganar Felipe González (¿o fue Pedro Sánchez?) aquellas elecciones de los 202 escaños fue el hombre elegido para dirigir el ente público tarea que realizó a la completa satisfacción de su mandante. Tuvo gestos: nombró a José Luis Balbín director de Informativos, aunque no le tembló el pulso para cargarse ‘La Clave’, el gran invento televisivo que el periodista asturiano dirigía desde 1976, cuando este empezó a mostrar criterio propio.

El caso es que la chica de Calviño hizo estudios y cuando ya habíamos perdido memoria de su padre apareció como directora general de Presupuestos de la Comisión Europea. Era una chica aseada para las cuentas y que hablaba inglés, detalles estos que bastaron a Pedro Sánchez para nombrarla ministra de Economía, después vicepresidenta tercera y finalmente vicepresidenta primera, saltando los huecos que habían dejado Carmen Calvo y Pablo Iglesias. Es verdad que con muchos menos mimbres ha hecho Pedro Sánchez cestos de ministros y ministras, pero Nadia estaba muy sobrevalorada. Tanto, por lo menos que el dedo que la eligió.

Pronto empezó a revelar que no era lo mismo arreglar unos presupuestos que dirigir una economía, como ella se encarga de demostrar cada vez que tiene que responder en el Congreso a las preguntas de Espinosa de los Monteros. Luego empezó a dar que hablar, especialmente a principios de este año, cuando se supo que ella recibía los fondos de la Unión Europea y que era su marido, Ignacio Manrique de Lara, director de Marketing de BeeDigital, quien se encargaba  de adjudicarlos.

Cosas de familia, pero ella lo complicó, al tratar de buscar a su marido un mejor acomodo profesional, mediante la intervención de su antigua número 2 como secretaria de Estado de Economía, Ana de la Cueva que había dimitido para ser nombrada presidenta de Patrimonio Nacional en julio del año pasado. Ella estaba siendo investigada por los 53 millones del rescate de la compañía Plus Ultra concedidos por el Gobierno. El marido de su ex jefa atravesaba por un momento profesional delicado, siendo apartado en la empresa de la toma de decisiones clave por ser una persona “políticamente expuesta” por su matrimonio con la vicepresidenta.

En el mundo de Sánchez las complejidades nunca vienen solas, como si todos los altos cargos (y las altas cargas) se hubiesen formado en la misma academia. Ana de la Cueva no comunicó al Consejo de Administración por ella presidido que había nombrado al marido de Calviño “coordinador de estrategia comercial y de marketing en el Consejo de Administración del Patrimonio Nacional», en contra de lo dispuesto en el reglamento del ente público.

Es un escándalo dirán ustedes. En realidad son varios, pero convendrán en que estos enjuagues familiares piden el amparo de la discreción y la penumbra. Otra vergüenza, en fin.