Fernando Savater-El País
Nadie negará que Otegi puede reformarse, pero a juzgar por la entrevista en TVE parece más bien estar esperando a que nos reformemos los demás
¿Vamos a negar que el peor pecador puede reformarse y abrazar el camino de la virtud? ¿Que Pablo de Tarso, perseguidor de los cristianos, se convirtió luego en apóstol entusiasta? Quizá a Harvey Weinstein, hoy abusador de doncellas y cerdo machista, le vemos mañana transfigurado en líder de #MeToo, protector de vírgenes y flagelo de violadores, agresores sexuales e incluso pellizcadores en las apreturas del metro, que todo es empezar. ¡Aleluya! ¡No hay mayor gozo que el de la oveja descarriada que vuelve al redil! Puede que ahora esté en el alero de la enmienda, como san Agustín cuando pedía a Dios: “¡Hazme casto… pero todavía no!”.
¿Y Otegi? Nadie negará que puede reformarse, pero a juzgar por la entrevista en TVE parece más bien estar esperando a que nos reformemos los demás. Por de pronto, el Estado va enmendando ya su intransigencia frente a quienes no sólo no condenan a ETA sino que rechazan por antidemocrática nuestra Constitución. Hubo otros —Mario Onaindia, Teo Uriarte, Mikel Azurmendi, etcétera— que abandonaron la banda criminal para convertirse en defensores ilustrados de esas instituciones democráticas que resistieron meritoriamente frente a ella. Otegi sigue impertérrito matando simbólicamente a la democracia aunque las circunstancias le hacen reconocer que ya no se puede matar demócratas. ¿Para qué matarlos, pudiendo esperar que se suiciden políticamente por sectarismo inane, por pereza corrupta, por insolidaridad de sálvese-quien-pueda? Calcula Otegi que no necesita enmendarse cuando son sus adversarios de ayer quienes plantean hoy al sistema una enmienda a la totalidad. ¡Y algunos retóricos siguen pidiéndole que se arrepienta! ¿Para qué queremos ahora su arrepentimiento? Yo me conformaría con ver arrepentirse a los votantes de Pedro Sánchez…