Bieito Rubido-El Debate
  • Entre las enseñanzas más notables que yo he anotado en mi cuaderno de los comicios del pasado domingo se encuentran dos en las que el PP debería prestar especial atención

En medio de la placidez de estos días, entre villancicos y turrones, entre mensajes de texto cargados de buena voluntad y todos los tópicos de la Navidad, los ecos de las elecciones extremeñas todavía resuenan. Sería preocupante que no fuese así. Supondría una actitud de dejadez y negligencia que el actual momento de España no nos permite. Entre las enseñanzas más notables que yo he anotado en mi cuaderno de los comicios del pasado domingo se encuentran dos en las que el PP debería prestar especial atención: su afán por agradar al votante de izquierda es un error; nunca le votará. En segundo lugar, deberían tratar de evitar la pájara que les entra en los últimos días de campaña. En Extremadura, en las tres jornadas finales, dieron la impresión de desfondarse y no acudieron al último debate. Una vez más, se equivocaron con esas incomparecencias. Feijóo, por ejemplo, es mucho mejor debatiendo y argumentando que Pedro Sánchez. Además, es más sereno, mientras que el actual presidente es un hombre colérico que se irrita con facilidad.

Otro error que han cometido ambos partidos de la derecha es el de enfrentarse entre ellos. En este momento de la vida de España, la prioridad es lograr que Sánchez deje de gobernar y de destruir el valor y la convivencia de nuestro país. Para ello es necesario que PP y Vox sumen y logren entenderse. Esta guerra fratricida entre afines no la encontramos, sorprendentemente, en la izquierda. Al contrario, se apoyan los unos a los otros. En las últimas elecciones generales, Sánchez y Yolanda Díaz se piropeaban mutuamente. En Extremadura, Guardiola y Abascal no hicieron otra cosa que insultarse.

La derecha sociológica, sus votantes, son mucho más exigentes en materia moral con sus dirigentes que los de izquierda. A estos últimos les vale cualquier líder con tal de que no gobierne la derecha. Es una forma extraña de entender la democracia, donde la alternancia es una esencia fundamental de la misma. La historia reciente así lo certifica. Siendo eso grave entre los votantes, es más llamativo entre los dirigentes. Las cúpulas de los partidos del Frankenstein no se inmutan ante la catarata de escándalos de corrupción a la que asistimos. Incluido el PNV, que ahora se define como partido socialdemócrata. Al contrario, prefieren a Sánchez porque han comprobado que es el único que está dispuesto a darles todo lo que pidan, aunque se hunda España. Así que sería bueno que unos y otros en el centroderecha reflexionasen y sacasen algunas enseñanzas de lo que se votó y cómo se votó en Extremadura el domingo pasado.

La Navidad, con su placidez y la desaparición, al menos por unos días, de la prisa y la ansiedad, es un buen tiempo para madurar acciones, comportamientos y estrategias.