ABC 23/12/16
LUIS VENTOSO
· ¿Cómo no va a perder votos un partido convertido en muleta del separatismo?
A verdad es que no era tan difícil. No hacía falta poseer las neuronas de Grigori Perelman, el matemático chiflado ruso que pasa por ser la persona más inteligente del orbe. Ni el sentido de Estado de Lincoln. Ni la astucia política de Mitterrand y Blair. Ni el don oratorio de Cicerón. Ni el elemental patriotismo español del viejo tándem González-Guerra.
Qué va. Era todo muchísimo más sencillo. Bastaba con que Susana, el sigiloso gestor provisional Fernández, el multiusos Hernando, López –el pasmo del Botxo–, susurros Rubalcaba y Pages, Jáureguis y Madinas varios se diesen un paseo por varias ciudades españolas, que se acercasen a un bar, a la cola de una pescadería, a la sala de espera de un ambulatorio… y una vez allí preguntasen a sus compatriotas: «Oiga, dígame una cosa, ¿está usted a favor o en contra de que el Constitucional tenga capacidad de inhabilitar a los políticos separatistas catalanes, sublevados contra nuestra legalidad y que se pasan por el arco del triunfo sus sentencias?».
Y entonces –¡oh, asombro!–, Susana, Hernando, Rubalcaba, Page y el ponderado gestor Fernández se encontrarían con que la inmensa mayoría de los españoles les dirían que sí, que por supuesto, que apoyan la reforma que otorgó herramientas sancionadoras al TC para que los que quieren destruir nuestro país no se tomen al alto tribunal por el pito del sereno. Porque a diferencia de las eminencias que hoy rigen los destinos del PSOE, la mayoría de
Llos ciudadanos tienen muy claras tres cosas elementales: desean que su país permanezca unido, quieren que los separatistas catalanes cumplan las leyes igual que todo el mundo y están hasta las meninges de la sensación de indefensión por parte del Estado ante quienes no han dado un solo paso atrás en su proyecto declarado de romper el país que nos une desde hace cinco siglos.
No era solo Sánchez. La enfermedad es más honda y extensa. El PSOE sigue preso de una interpretación delirante de una guerra civil que ocurrió ¡hace 80 años!, una mixtificación que los lleva en su fuero íntimo a considerar que el Partido Popular viene a ser el heredero del bando franquista, por lo que no cabe entenderse con él. Esa fobia dogmática hace que si se quedan en minoría busquen encantados como socios de gobierno a separatistas o comunistas, pero nunca al otro gran partido, al que se parecen como dos gotas de agua (si se deja al margen la tristísima felonía del PSOE a la hora de defender la unidad de España).
He escuchado con respeto y atención los argumentos con que varios jerarcas del PSOE han justificado su voto junto a separatistas y comunistas para dejar al TC sin capacidad de inhabilitar a quienes desoyen sus sentencias. Eran disculpas de patacón, paupérrimamente argumentadas, que solo atienden al tic de siempre: marcar distancias con el PP. Dado que Ferraz carece del más mínimo programa económico alternativo o novedoso, recurren como munición a lo que van encontrando, aun a costa de jugar con la defensa de España. El ejemplo más sonrojante ha sido ese globo semántico que llaman reforma «federal», entelequia que ningún pensador del partido ha acertado a explicar en qué se diferencia del actual Estado autonómico y qué se gana frente al separatismo.
Ayer tocó la Lotería Nacional en las oficinas del PSOE. Si Sánchez hubiese completado aquel sueño lisérgico de ser presidente sin votos, hoy el sorteo se llamaría «Lotería Federal». Huelga decir que España estaría camino del desguace. ¿Cómo no va a perder votos a chorro un partido de Estado que se ha convertido en muleta del separatismo? Pero los alienígenas de Ferraz siguen experimentando con su probeta territorial.