FERNANDO MÚGICA-EL MUNDO

El autor expresa su preocupación por la posibilidad de que un futuro Gobierno socialista pacte sendos referéndums de secesión, ya que el nacionalismo es un proyecto suicida que está acabando con la convivencia.

EL TERRORISMO de ETA terminó en 2011, y desde entonces Cataluña recibe constantes visitas de nacionalistas vascos que ahondan las divisiones internas entre los catalanes. Buscan en Cataluña aliados contra España, y extender su relato para verificar que sea bueno lo que han hecho en el País Vasco. En 2012 por primera vez un presidente de la Generalitat se sumó a la manifestación de la Diada por la independencia, y muchos catalanes anhelaron la mística racial y lingüística de esos vascos que ya no disparaban en la nuca a sus adversarios. Ahí empezaron las persecuciones civiles entre catalanes, y el deterioro hasta su actual tiempo catastrófico.

Muchos catalanes envidian al País Vasco porque disfruta un cupo fiscal beneficioso en relación con España, tiene buena salud económica y es la comunidad más próspera, sumando PIB per cápita, gasto autonómico por habitante e ingresos por pensiones. Y con el menor desempleo.

Omiten ver que su población es una de las más envejecidas del mundo y sus indicadores de salud demográfica (tasa de fecundidad, saldo vegetativo y envejecimiento) son de los peores de España y los más deteriorados en los últimos cuarenta años. La sociedad vasca es la más envejecida desde la Transición y se extranjeriza vertiginosamente. No les ha servido su plan para el fomento de la natalidad en 2018, dotado con 500 millones de euros. Y en 2018 el 25% de los nacidos en el País Vasco fueron de madres extranjeras. Euskadi es una sociedad fallida y una mercancía política averiada, la raza vasca se desploma y diverge de su ideología, y eso ya no se arregla con dinero.

Cataluña sigue una trayectoria regresiva por causas similares: alta y complicada barrera de entrada social, disminución de su población originaria y casi nula inmigración del resto de España, hispanofobia y extranjerización acelerada, e incertidumbre. Su población se extranjeriza desde hace más tiempo y más rápido que la vasca, en 2018 casi el 33% de los bebés catalanes nacieron de madres extranjeras. Y Cataluña expulsa ya a sus propios habitantes, que emigran por el ambiente tóxico en su origen. Una secuencia vivida en el País Vasco.

Los catalanistas han creado una realidad paralela, con doble lenguaje. Por un lado actúan felices como si España no existiera, y por otro lado pretenden que España les impone e impide algo, humillándoles. TV3 parece la gran pantalla de Orwell dando esas instrucciones simultáneas y tóxicas. Son una policía de conciencias y buscan enemigo donde no lo hay. Lo tienen dentro.

España tiene más de 500 años de historia y el español es el segundo idioma más hablado del planeta. De ahí su probabilidad de que dure otro tanto y nuestra lengua siga expandiéndose. Tenemos el pulmón y respaldo de América. A los catalanistas parece que eso no les gusta, hicieron políticas de inmigración extrañas a esa relación, y los terroristas de Barcelona y Cambrils en 2017 procedían de Ripoll y hablaban catalán.

Si el tiempo es juez seguro de personas y sociedades, la Euskadi nacida en 1980 no lo soporta y su población envejece y se diluye a gran velocidad. Arana decía que todo era culpa de los españoles, pero la supervivencia del nacionalismo vasco está en entredicho y es culpa suya. Euskadi disminuye y tiene mal funcionamiento social. Los nacionalistas insisten que su sistema tiene sentido, mientras generan incertidumbre con su doble alma oscilando entre integración e independencia.

Arzalluz y Jordi Pujol condujeron desde 1980 a sus sociedades, a las que tanto decían amar, al desastre actual. Uno con terrorismo y otro sin él. Arzalluz, carlista antañón y señorito, estaba fascinado por el crimen como medio de resolver diferencias políticas y pastorear su pueblo elegido, pues creía ser su amo. Pujol fue más refinado y sutil, diríase veneciano en la doma. Ambos fueron caciques antiguos, nacionalizaron sus sociedades y secuestraron sus ascensores sociales, y algo más.

Desde 2012 los catalanistas también viajan mucho al País Vasco y los vimos con las banderas desplegadas en el funeral de Arzalluz. Aprenden unos de otros y ganan juntos contra España, a la que predican su odio. Así continúa la incertidumbre, en el País Vasco ya no hay asesinatos pero el futuro de la sociedad no se sabe dónde está, y Cataluña está dividida y tampoco sabe adónde va.

Los nacionalismos necesitan de oídos fieles a sus razas, o a sus etnias, o al menos a sus identidades. Los vascos y catalanes van contra su historia, disuelven sus sociedades y en breve no tendrán ya quien les escuche.

NUESTRO RESGUARDOestá en la Constitución de 1978. El bucle trágico de España, iniciado con Fernando VII y que alcanzó hasta Franco, tenía su patrón de repetición en la deslegitimación de las instituciones y la persecución entre españoles. La primera guerra carlista o civil fue repetida hasta el siglo XX. Ese bucle y el antiguo régimen concluyeron con la actual Constitución, primera y única pactada entre todos con los grandes partidos españoles y entre ellos los nacionalistas. Así las persecuciones cesaron en España, excepto en el País Vasco, y sólo muchos años después y sin armas suceden en Cataluña. Sin coincidir en el tiempo las persecuciones de vascos contra vascos y de catalanes contra catalanes. España está cambiada y necesitamos seguir en paz con la Constitución.

En el siglo XX las sociedades se suicidaban yendo a la guerra. En Europa pasó varias veces por los nacionalismos y hubo dos guerras mundiales. Para evitar su repetición nació la actual Unión Europea. Ahora esas guerras parece que ya no hacen falta, sino que las sociedades se autodestruyen. El proceso dura más tiempo pero es vistoso y ruidoso, produce el temblor y la furia del nacionalismo, siempre tan emocionantes. Hoy día las emociones del miedo y del odio son fáciles de generar y transmitir mediante algoritmos. Sus efectos están garantizados y en principio no hace falta sangre. Así las guerras no tienen por qué repetirse, pero los sufrimientos y daños civiles e institucionales son profundos y perdurables.

Tras las próximas elecciones sería nefasto que un gobierno socialista en España alcanzase entendimientos con los nacionalistas catalanes y vascos sobre sus referéndums de secesión. No hagan esos pactos, no debemos soportarlos. No hundan más a Cataluña y al País Vasco. No dañen a España. Vean lo que resiste en el tiempo, que es lo que vale. Presten atención a la luz de la Constitución y escuchen sus ecos del tiempo por venir.

Fernando Múgica es abogado.