Santiago González, EL MUNDO, 7/10/11
Mucho han cambiado los tiempos desde aquel Congreso de Valencia, en junio de 2008. Estaba reciente la segunda derrota de Rajoy frente a Zapatero en sus segundos idus de marzo y nadie parecía dar un euro por el futuro del presidente popular. En aquel Congreso tuvo la desafección de María San Gil, herida en la carne viva de la derecha española. También aquel pase del desdén que el antecesor le hizo al llegar tarde, interrumpir el desarrollo del plenario y ningunearle un poquito al saludar a todos los de la mesa y dejarlo para un segundo turno.
Sus adversarios le reprochaban al mismo tiempo su baja valoración en las encuestas y le acusaban de hacer política sin tener en cuenta el interés general, de moverse sólo por cálculos electorales, mientras, paradójicamente, le restregaban: te hemos ganado dos veces y te vamos a ganar una tercera en 2012.
Rajoy tuvo un apoyo más bajo entre los delegados del congreso valenciano que ningún otro presidente del PP: un 78,8%, resultado éste que le fue reprochado por propios y extraños. Mañana se cerrará la convención de Málaga sin someter a votación al candidato, pero, si tal se hiciera, sus adversarios tendrían que acusarle de ganar a la búlgara.
El hombre que lo precedió en su partido como aspirante a la presidencia del Gobierno era tachado a menudo de falto de carisma. Un día de abril de 1995, el blindaje de su coche impidió que una bomba de ETA consiguiera su objetivo y un presidente del Gobierno nos asomó a su abismo moral, al ser incapaz de telefonear al jefe de la oposición al hospital en el que fue reconocido. Aquel día, un Aznar indemne preguntó a los periodistas: ahora parece que ya tengo carisma, ¿no?
Ahora parece que Rajoy ya tiene carisma, pero lo que dota a los candidatos de esa gracia del cielo –y en sus ojos, en vez de miradas, dos rayos de sol– no es la superación de los peligros, como sostenía Aznar, sino la capacidad para ventear la victoria que dota al pueblo soberano de cualidades perdigueras. Aznar hizo un discurso crítico sin concesiones a la manera de gobernar del PSOE (los socialistas nos están saliendo muy caros) y de apoyo sin medias tintas a su candidato: «Es tiempo de Mariano Rajoy».
No hay más que comparar la Conferencia Política que el fin de semana pasado celebró el PSOE en torno a Rubalcaba con esta convención popular. Los socialistas afrontaron un psicoanálisis colectivo en torno al candidato, ¡qué asunto tan freudiano dejar la sinfonía en rojos para adoptar la gama de azules de sus opositores! Era un movimiento simétrico al del PP en su época más perdedora, cuando dejó los azules por el naranja, buscando la vecindad cromática del triunfo.
El PP ha rebasado largamente en los sondeos al partido del Gobierno e incluso él personalmente ha superado a Zapatero y amenaza con dejar atrás a Rubalcaba antes del 20-N, que se convirtió en la fecha electoral por la peregrina ocurrencia de algún incompetente en el arte de acuñar metáforas.
Santiago González, EL MUNDO, 7/10/11