Díjole la zorra al busto

El pasado jueves se produjo un hecho extraordinario en el Congreso: una gavilla infame conducida por un ausente era coaccionada por un golpista también ausente porque se fugó en un maletero. El ausente es Pedro Sánchez, que ha hecho especialidad de llevar al Congreso asuntos a cuyo debate no asiste, como si se avergonzara de sí mismo y de sus propuestas: en marzo de 2023, el día que se reformaba la Ley del Solo Sí es Sí, se fue a Doñana. El 12 de diciembre tomó el olivo el día que se tomaba en consideración la Ley de Amnistía y se fue a Estrasburgo. El 7 de marzo pasado emprendió un viaje a Brasil y Chile para hacer retórica y posar para las fotos.

En la indecente exposición de motivos de la ley que se llevó al Congreso y fue derrotada y tendría que haber decaído el 30 de enero pasado si no hubiera intervenido la mano corrupta (presuntamente) de Armengol, se decía que nuestra tradición jurídica está preñada de amnistías: “cuenta con numerosos precedentes en España. El más importante, pero no el único, es la Ley de Amnistía (Ley 46/1977, de 15 de octubre)”.

La opinión sincronizada, (feliz hallazgo de Wert), no paró de relacionar las dos amnistías y de legitimar ésta con aquella, aunque quizá fue al revés. Entre todas las voces que incurrieron sobresalió una, la ‘Bienpagá’. Silvia Intxaurrondo fijó los límites y señaló la diferencia fundamental entre la amnistía de 1977 y la de Sánchez: “la del 77 se votó saliendo de una dictadura, no había democracia, no había cultura democrática y la de ahora la va a aprobar un parlamento de una sociedad libre que ha elegido libremente. Esto sí es fundamental”. O sea, que era mucho mejor ésta, claro.

Es una de las analogías más modorras que ha acuñado el periodismo español en los últimos tiempos. Claro que Teresa de Ávila, que era una santa, ya había advertido a sus monjitas de que Dios también está entre los pucheros y que Él escribe derecho con renglones torcidos. Mutatis mutandis, lo mismo le pasa a la periodista Intxaurrondo en cuya estupidez argumental se esconde una verdad de la que ella con toda seguridad no es consciente y con la que yo estoy muy de acuerdo.

Ella no lo sabe porque no había nacido todavía y no parece que haya hecho de la lectura una fuente primordial de conocimiento, pero uno, que ya tiene una edad, recuerda haber vivido y haber impulsado aquella con lo que estaba en su mano. Y la amnistía de 1977 fue una herramienta clave para pasar de una dictadura a la democracia, 14 meses antes de que aprobáramos la Constitución en referéndum. Era obligado que quienes habían luchado contra la dictadura no siguieran penando por delitos que ya no lo eran. Análogamente, ahora que estamos pasando de un sistema democrático a una dictadura, carece de lógica que quienes lucharon contra la Constitución democrática vean amnistiados los delitos entonces cometidos. Otra analogía: la amnistía del 77 incluyó a delincuentes que no buscaban un sistema de libertades. El último terrorista preso amnistiado, el 9 de diciembre del 77, se llamaba Fran Aldanondo y ‘ho va tornar a fer’: murió en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Tolosa el 17 de octubre de 1979. Los terroristas (presuntos) del procés han prometido: ‘ho tornarem a fer’ y han anunciado ya el siguiente paso.