Carlos Martínez Gorriarán – Vozpópuli

La oposición dividida debe ponerse de acuerdo y dejar de deslegitimarse, adoptar un plan de acción común para acabar con la cacocracia

“Yo estoy bien”, dijo en pleno ataque egotista Pedro Sánchez tras la catastrófica Dana de los 222 muertos; “yo no tengo prisa”, aclaró días después Alberto Núñez Feijóo, por si fuera necesario. La política española se hunde entre el cero y la nada; el cero en democracia y decencia de un gobierno corrupto, y la nada de una oposición bloqueada en el desconcierto y cálculos oportunistas. Lamentablemente, el desastre de Valencia y lo que ha llegado después ha servido para poner de relieve tanto el altruismo y la solidaridad ciudadana como la ínfima calidad de la clase política en su conjunto. Sánchez está preocupado por no dejar de gobernar de ninguna manera, y Feijóo por no llegar a gobernar de cualquier manera. Se diría que asistimos a un rigodón de palacio donde nadie tiene prisa para nada, aunque el palacio arda y el humo apeste el salón de baile.

Nada de verdades, nada de justicia

Los lectores avispados de Vozpópuli, que son legión, habrán notado enseguida que el título de esta columna está inspirado en El cero y el infinito, obra capital de Arthur Koestler, el periodista y activista húngaro-británico, judío asimilado, que dejó de ser comunista; en parte, por lo que vio en España durante sus increíbles aventuras en la guerra civil. Koestler vino con la misión de espiar para el Komintern a las tropas alemanas e italianas aliadas del bando nacional en Andalucía, fue apresado y finalmente canjeado por otro preso. Pero en el ínterin llegó a la desoladora conclusión de que los soviéticos y comunistas no eran mejores que los fascistas y compañía.

El motivo de su ruptura con el comunismo fue, en concreto, los procesos de Moscú de 1937, que Stalin ideó para destruir a la mítica “vieja guardia bolchevique” en pleno ascenso del nazismo y fascismo, con una apariencia de legalidad y farsa judicial que protagonizó un histérico y servil Fiscal General, Andréi Vyshinski (¿a qué nos recuerda esa reconversión de funciones de la fiscalía?). Koestler se ha convertido desde entonces en un clásico de la figura del intelectual indomable y distante con el poder, esa actitud que, se supone, es la del genuino intelectual crítico y que tan raramente se da. Pero lo sugestivo es que esos cero e infinito que dan título a su novela nombran los extremos que contienen la nada del totalitarismo: nada de razones, nada de verdades, nada de justicia. Veíamos por aquí hace poco algo que conviene recordar: la democracia puede albergar políticas totalitarias como la mentira sistémica y la destrucción de la justicia.

Sin prisa para gobernar

Feijóo dice que no tiene prisa por gobernar de cualquier manera, y parece querer subrayar su fidelidad al procedimiento constitucional, pero sugiere un penoso oportunismo: el de que cuanto peor le vaya a Sánchez por el cerco judicial que se va estrechando, mejor para sus opciones electorales; la victoria caerá cual fruta madura sin hacer mucho más que esperar el agotamiento del contrario. Pero es un cálculo muy peligroso. ¿A qué recuerda esto? Veamos otra batallita guerrera.

Cuando Winston Churchill se convirtió finalmente en premier, en 1940, voló a Francia para discutir la estrategia aliada de guerra. Viendo los mapas que mostraban un avance alemán aparentemente imparable, al este de la famosa e inútil línea Maginot, preguntó por la reserva estratégica del ejército francés. “Aucune”, no hay ninguna, respondió melancólico el generalísimo Gamelin, que esperaba ganar la guerra sin provocar a los alemanes. Sabemos cómo acabó aquello. Francia fue arrollada, los británicos consiguieron la milagrosa evacuación de Dunkerque, y los alemanes entraron triunfantes en París mientras Francia se desmoronaba, como narra magistralmente Irène Némirovsky en su magnífica Suite francesa.

¿Qué había ocurrido? Que Francia había perdido la voluntad de resistencia. El país había salido profundamente dividido de la victoria en la Gran Guerra, la división degeneró en bipolarización ideológica, derrotismo y negligencia general, y se cultivó la ficción de que la poderosa Línea Maginot en la frontera con Alemania era defensa más que suficiente para protegerse de los alemanes, pasivamente y a la defensiva. Francia cayó como fruta madura.

Partido Popular y Vox han decidido enzarzarse en un juego de suma cero donde uno gane o pierda a costa del otro. Pero el juego de suma cero produce la nada. Nada en que han decidido convertir la oposición en un momento crítico para España

Pues bien, la Constitución del 78 parece la Línea Maginot de Feijóo, que además piensa en Sánchez como fruta madura sin que aún lo sea, así como Abascal y Vox creen ver esa apetitosa manzana a punto de caer en el propio PP de Feijóo. ¿A qué viene si no el ultimátum sobre los presupuestos autonómicos donde gobiernan con el PP, con la excusa -otra vez- de los menas?

Partido Popular y Vox han decidido enzarzarse en un juego de suma cero donde uno gane o pierda a costa del otro. Pero el juego de suma cero produce la nada. Nada en que han decidido convertir la oposición en un momento crítico para España. Oponen su nada al gran cero de la Moncloa, obra del Número Uno (y la inseparable Número Una), y dejan el resto a jueces, OCU y las pruebas que aporte Aldama.

La oposición dividida debe ponerse de acuerdo y dejar de deslegitimarse, adoptar un plan de acción común para acabar con la cacocracia o “gobierno de los malvados” socialista. El propio Sánchez borró su “¡no pasarán!” de pacotilla para pactar con la “extrema derecha” de Meloni sus candidatos para la Comisión Europea. Asombra que PP y Vox no sean capaces de entender que al seguir las reglas de Sánchez de coaliciones posibles e imposibles (para él, ninguna) le dejan definir con quién y qué se puede pactar. Y ya que ha salido Churchill: cuando fue criticado por aparcar su profundo anticomunismo para pactar con Stalin la alianza contra Hitler, afirmó que pactaría con Satanás si los nazis invadieran el infierno. Ese es el espíritu estratégico de un líder. Algo que la oposición no tiene.

Ayuso, la mejor noticia

Solo Isabel Díaz Ayuso y su equipo han sabido convertir el poder autonómico de Madrid en indispensable, necesario y valioso contrapoder autonómico, la mejor noticia que nos ha dado el Estado de las Autonomías desde 1978. De ahí la inquina, odio y obsesión de la tribu socialista atribulada con la sede de Puerta del Sol: allí hay una líder. Pero la oposición debería ante todo abandonar el juego de suma cero y entender que solo sumando resultados positivos nos libraremos de caer al vacío entre el cero en democracia y la tiranía infinita.