Editorial-El Correo
- El líder de Junts se muestra por momentos más fuerte que Sánchez solo con advertir de que irá al Parlament «cueste lo que cueste»
La cuenta atrás tras las autonómicas del 12 de mayo para que los partidos se decidan entre la designación de un presidente para la Generalitat o una repetición electoral está realzando la disputa que mantienen Junts y ERC. La segunda tratando de encontrar su sitio sin atarse para siempre a la entente secesionista, pero sin desasirse de ella. La primera reivindicando a Carles Puigdemont para restablecerle en el Palau frente a las aspiraciones de Salvador Illa. El 26 de agosto es la fecha límite para que el Parlament elija un nuevo president con más síes que noes, siempre que dos días antes no consiga hacerlo por mayoría absoluta. Illa la tendría a su alcance siempre que a los votos del PSC se le sumen los de En Comú y ERC. Pero no parece que la consulta prevista en Esquerra para el día 1, si hay acuerdo, pueda dar tanto de sí. Las bases republicanas admitirían que Illa sea investido con la abstención de sus 20 parlamentarios, a cambio de que Pedro Sánchez anuncie una paulatina soberanía fiscal para Cataluña. Versión mínima que ERC precisaría para convencer a los suyos, pero que resulta dudoso que los socialistas acaben promoviendo en esos términos.
La Generalitat de Aragonès ha hecho público que Cataluña ocupa el tercer lugar en la aportación per cápita de ingresos al erario común, por detrás de Madrid y Baleares, mientras que se sitúa en décima posición como receptora de lo recaudado en el conjunto de España. Pero no son los territorios los que tributan, sino ciudadanos y empresas. El principio de ordinalidad al que recurrió el Estatut nada tiene que ver con una justa lectura de las balanzas fiscales. Pero lo que parece evidente es que ni Madrid, ni Baleares, ni Cataluña tienen derecho a ser beneficiarias de la recaudación general en el orden en que la liquidación del IRPF o del Impuesto de Sociedades las sitúa.
Las demandas de ERC se han deslizado hacia los requerimientos de Junts. Pero la idea de la soberanía financiera se sale del marco que representan el PSOE y el PSC. Además, exigiría que una mayoría cualificada de las Cortes aceptara revisar la Constitución y los distintos estatutos para posibilitarla. Por eso Puigdemont se muestra por momentos más fuerte que Sánchez. Porque éste no puede embaucar a las bases de ERC con palabras ante el marcaje que el de Waterloo ejerce con solo advertir de que se presentará en el Parlament «cueste lo que cueste».