Marta García Aller-El Confidencial
- Qué es el alma es la pregunta central del ‘Frankenstein’ de Mary Shelley y, ahora, también del Frankenstein de Sánchez
Qué importa que Pedro Sánchez no vaya a poder enfrentarse al jefe de la oposición en el debate sobre el estado de la nación. En realidad, la mayor crítica al presidente se la acaba de hacer Yolanda Díaz. Poco le quedaría decir a Feijóo. La vicepresidenta dice que este es un Gobierno sin alma. Y eso que es el suyo.
¿Qué es el alma? Es la pregunta central del ‘Frankenstein’ de Mary Shelley, y ahora también del Frankenstein de Sánchez. El miedo del doctor Viktor Frankenstein es precisamente que su creación carezca de alma y vaya por el mundo haciendo el mal. Al presidente, como al monstruo de la historia, nadie le cree cuando expresa sentimientos. Todo el rato intenta acercarse a los humanos y mostrarles que, aunque no lo parezca, él también tiene de eso. Los tiene. Su desdicha es que no le creen. Ni siquiera su vicepresidenta.
¿A qué se referiría Yolanda Díaz cuando dijo que a este Gobierno “le falta alma”? Se nota que el diagnóstico ha dado en el clavo en que son tantas las explicaciones posibles que lo difícil es decidirse por una.
No tener alma puede decirse como sinónimo de carecer de identidad clara. Es el riesgo que corre un Gobierno que lo mismo niega que jamás vaya a pactar con Bildu que luego le pide su apoyo nada menos que para la Ley de Memoria Democrática. O que negocia con sus socios una reforma fiscal de izquierdas mientras pide apoyo a la derecha para comprar más armamento.
La falta de identidad no es lo único que ejemplifica la falta de alma. También un desalmado es alguien que no muestra pena o compasión. ¿Se referiría a eso la vicepresidenta? Podemos ya acusó a Sánchez de no haberse mostrado compasivo con las víctimas del reciente salto de la valla de Melilla. Mientras una parte del Gobierno está en ‘shock’ y “horrorizada”, la otra insiste en que se estaban defendiendo las fronteras.
Como sigan así, el primer debate sobre el estado de la nación desde 2015 bien podría convertirse en un debate sobre el estado de la coalición. Cómo no va a ser difícil encontrarle una identidad al Gobierno con tantas divisiones internas aireadas en público. No se ponen de acuerdo ni con los socios ni con los dos partidos que forman el Gobierno. O, mejor dicho, dos y medio, porque el de Yolanda Díaz está todavía a medio hacer. A su iniciativa Sumar parece que le pasa justo lo contrario que al Gobierno de Sánchez. Alma tiene, pero aún le falta todo lo demás.
A veces la falta de una identidad clara tiene que también ver con las mentiras. Cuando se abusa de ellas, uno puede terminar no sabiendo ni qué quiere ni quién es. Le pasaba a Pinocho. No paraba de juntarse con las compañías equivocadas y acababan todo el rato metiéndole en líos. En su viaje acaba convertido en prisionero de otros. No era un Parlamento, sino un circo, pero tanto da.
Como Pinocho no tiene conciencia, necesita subarrendarla en un asesor de confianza. Necesita a su lado siempre a Pepito Grillo para que le ayude a diferenciar el bien del mal porque él solo no se entera. Cuando no le hace caso o le pierde de visita, no para de meterse en líos y, por supuesto, de mentir para salir al paso.
Pedro Sánchez anunciará medidas concretas en el debate sobre el estado de la nación. El objetivo es marcar una línea ideológica un poco más clara. A ver si ahí encuentra el alma que en su propio Consejo de Ministros hay quien cree que le sigue faltando. La portavoz socialista del Gobierno aclaró, al día siguiente de que ‘El País’ publicara esas palabras de Yolanda Díaz, que el Gobierno sí que tiene “corazón, cabeza e inteligencia”. Del alma no dijo nada.
Lo de cabeza e inteligencia no resulta muy tranquilizador. Quien haya leído a Mary Shelley sabrá que tener una criatura con cabeza e inteligencia por ahí sola puede no ser una buena idea hasta no saber qué piensa hacer con ellas. Incluso el monstruo de Frankenstein también tenía, al principio, buen corazón y menuda la lio.
No tener conciencia, podría valer para alma también, funciona en Pinocho como metáfora de la inmadurez. En la parábola de Carlo Collodi, la marioneta termina por escuchar los buenos consejos y se convierte en un ser humano de provecho. La historia de Frankenstein, sin embargo, no acaba nada bien. Habrá que preguntarle a la vicepresidenta cuál de los dos clásicos le inspira más semejanzas. No sabemos si alguno le valdrá. Tampoco si Sánchez encontrará un alma para su Gobierno en este debate sobre el estado de la nación. Cada vez le queda menos legislatura para conseguirlo.