Luis Asua-Vozpópuli
- Hoy el único tamiz al individualismo es la ley, suponemos que en representación del interés público, pero cada vez más en entredicho
Con motivo de la gresca que ha suscitado en los medios de comunicación anglosajones la entrevista con Meghan y el príncipe Harry, podemos sacar algunas conclusiones útiles para nuestros lares. Durante la entrevista, se evidenciaron algunos de los males que asolan a nuestras sociedades y donde prima el individuo frente al colectivo, lo cual no es malo salvo cuando se caricaturizan ambos como trataremos de explicar en esta tribuna.
Meghan sacó a colación su verdad, independientemente de que lo sea o no. Y como es lo que ella cree, habrá que respetarlo… ¿O no? Antaño, el hiper individualismo que se practicaba en los EEUU estaba tamizado por algunas virtudes actualmente muy en desuso: la ética, el decoro, el deber y ¡cómo no! la sinceridad; eso tan peculiar en estos días que llamamos la verdad. Hoy el único tamiz al individualismo es la ley, suponemos que en representación del interés público, pero cada vez más en entredicho. Este punto es importante. El narcisismo de la izquierda le lleva a afirmar que cuando no le gusta una ley, no hay porqué cumplirla, apelando a un galimatías “democrático” que sólo entienden ellos.
En contra de la ética y la verdad
No crean que esta caricatura del individualismo sólo se practica en el Reino Unido. En España también lo sufrimos. Escuchen si no a Irene Montero -por dar un ejemplo reciente, aunque son muchos los que se producen a diario- proclamando que Madrid es una ciudad peligrosísima para las mujeres. Hay que recordar que todos los alcaldes y alcaldesas de Madrid han proclamado, con orgullo, que se podía caminar de día y de noche por cualquier calle de la ciudad sin peligro. Pero como es algo que piensa y dice la señora ministra, pues a callarse toca… ¡Aunque vaya en contra de la ética, el decoro, el deber y, por supuesto, la verdad!
Este individualismo hipertrofiado también lo podemos ver en nuestro Gobierno casi todos los días: al menos en su parte más sanchista. Lo percibimos cuando nuestro presidente expone una realidad completamente ajena a la que vivimos el resto de los españoles, nos impone unas restricciones a nuestras libertades incomprensibles, y que pese a fracasar en todos los estadios de la pandemia – compra de material sanitario, gestión de grupos de riesgo y ahora vacunación- sigue afirmando las bondades de su gestión. O cuando el ministro Ábalos, Venezuela siempre presente, nos explica las bondades del rescate de la gran compañía aérea Plus Ultra.
La evolución de Ciudadanos
Esta actitud ha contagiado a Ciudadanos. ¿Cómo se explica el ridículo de las mociones de censura en Murcia, Castilla-León y Madrid? Hay que estar muy desesperado para pensar -como hizo Arrimadas– que el “sálvese quien pueda” en el que se ha convertido el partido naranja desde hace ya bastante tiempo se iba a resolver como si su formación tuviera la disciplina de un ejército espartano.
Es bastante curioso que quienes más apuestan por lo colectivo tengan un comportamiento de un individualismo tan egoísta. Puede que todo haya nacido de la egolatría de Iglesias y los ataques que recibiera por la compra de su chalet de Galapagar. Todavía causa sonrojo cuando se recuerda la consulta para ratificar su comportamiento privado a la que sometió a la militancia podemita.
Estamos yendo a un mundo que parece diseñado conforme a los modos de actuar de la República Popular China. Se harán grandes declaraciones sobre lo colectivo, pero será un colectivismo estatista, superregulado, monstruoso, con muy poco sentido de comunidad… En el modelo chino prima también el hiper individualismo absurdo, en el que en función de la posición social o económica del sujeto todo vale. Es fascinante que sea la izquierda quien promueva con su ejemplo y su comportamiento este cambio de paradigma. El problema, de ahí la chaladura, es que no se han enterado. Ni a la gran Ayn Rand se le habría ocurrido llevar su individualismo a los extremos tan disparatados y surrealistas que vivimos.
El diagnóstico está claro: estamos en manos de un grupo de chalados a los que convendría apartar lo antes posible. Los que creemos en la sabiduría del pueblo español, y su a veces exasperante paciencia, no dudamos de que votarán pronto por propuestas que propugnen un sentido de comunidad constructivo donde desarrollar un individualismo creativo y responsable, y no el infantilismo que ahora nos rodea y gobierna.