Editorial, EL MUNDO, 23/10/11
EN UNA competición deportiva por el sistema de liga, ganar al máximo rival tiene una doble recompensa: consigues tres puntos que le quitas directamente a tu contrario. Este símil sirve para explicar parte de la enorme diferencia que existe hoy día entre las expectativas electorales del PP y del PSOE. Según el tracking electoral elaborado por Sigma Dos que publicamos hoy, más de 1,1 millones de electores que votaron a los socialistas en 2008 podrían decantarse por los populares el próximo 20 de noviembre. El PP, al mostrarse como un partido más moderado, consigue la doble ganancia de que buena parte de esos votos del centro social le lleguen directamente de su rival.
Un dato que pone negro sobre blanco el porqué del fuerte retroceso electoral que se vaticina para el PSOE. El partido del candidato Rubalcaba perdería 4,1 millones de votantes respecto a los últimos comicios generales y sólo sería capaz de atraer 500.000 electores respecto a 2008. Así, los socialistas bajarían de 11,2 a 7,1 millones de sufragios con los que alcanzarían 118 diputados, el peor resultado del partido desde 1977.
La caída del PSOE es proporcional al ascenso del PP. La templanza de Mariano Rajoy le ha convertido por primera vez en el líder político más valorado por los españoles, con 4,77 puntos sobre 10, mientras Rubalcaba pasa al tercer lugar con 4,14 puntos, por detrás de la líder de UPyD, Rosa Díez. El candidato socialista acelera el descenso que inició tras ser designado a dedo por Zapatero como cabeza de lista electoral y demuestra día a día que el político acostumbrado a moverse con la astucia de un zorro en los despachos no es capaz de aguantar el tirón del foco electoral. Esto ocurre en la semana del gran protagonismo de ETA, que empezó con la Conferencia de San Sebastián y acabó con el comunicado en el que anunciaba el abandono de la lucha armada. Desde sus primeras reacciones, Rajoy ha intentado conseguir la cuadratura del círculo: comportarse como quien tiene la responsabilidad del Gobierno… por motivos electorales.
Porque de pragmática hay que calificar la comparecencia del jueves, cuando torció su discurso habitual y dijo que el cese de la violencia se había conseguido «sin concesiones políticas». En el mismo sentido que hay que leer sus palabras de ayer en Cerdanyola, en las que llamaba a «todos» –también a dirigentes de su partido– a la prudencia y a la «grandeza» y apostaba por «un futuro que pasa por la unión de los demócratas españoles y la aplicación del estado de derecho». Todo para evitar que Rubalcaba monopolice el presunto alivio social que ha producido el anuncio de ETA.
Pero con esta actitud, Rajoy corre el riesgo de alejarse de parte de sus votantes, que han confiado hasta ahora en su discurso más beligerante con ETA y con su brazo político, criticando con dureza decisiones polémicas del Gobierno y de los tribunales como la legalización de Bildu. Esta actitud moderada le sirve para consolidar una mayoría absoluta, pero hay que preguntarse si es la más adecuada para la difícil situación real a la que se va a enfrentar España. No hay más que ver quiénes se movilizaron ayer al hilo del anuncio de ETA y la respuesta de los partidos mayoritarios.
Sólo Rosa Díez no ha dado credibilidad a la banda. Como manifiesta hoy con toda rotundidad en este periódico, «si ETA cree que necesita matar para conseguir sus objetivos lo hará, porque ni se ha disuelto, ni ha renunciado a ninguno de ellos»; Díez tacha, con razón, de «interpretación fraudulenta» la que han hecho PP y PSOE del comunicado de la banda. Porque el discurso oficial de socialistas y populares desde el jueves ha sido resaltar que ETA ha sido derrotada por la democracia pero, desde luego, el ambiente que reinaba ayer en la manifestación abertzale en Bilbao no era precisamente de tristeza por una claudicación, sino más bien de euforia independentista.
Editorial, EL MUNDO, 23/10/11