Ertitocascarrabias es un viejo participante en mi blog que antaño firmaba como Penalty y Expulsión y es un experto en escudriñar los arcanos de la prensa nacionalista y saludaba el año nuevo con una joyita del discurso de nochevieja del lehendakari, que debería estudiarse en todas las Facultades de Ciencias de la Comunicación. Cuenta Deia que arrancó con un “Quiero hablaros a los que probablemente no estaréis escuchando este mensaje, a las y los jóvenes”.

Es una de las ventajas de mantener una relación privilegiada con la vida perdurable. Con motivo del fallecimiento de Santiago Carrillo el entonces lehendakari, Juanjo Ibarretxe escribió un sentido obituario en el Deia, donde glosaba las prendas del difunto y dejaba esta última consideración: “Ayer (que era el día del óbito) no pude reprimir iun acto insólito y cuando supe de su muerte mandé un mensaje al teléfono por el que tantas veces habíamos hablado. Es insólito porque había fallecido plácidamente durmiendo, pero algo dentro de mí me decía que quizá lo leyera de alguna forma que no conozco”.

La retransmisión de las campanadas de Nochevieja tenía enfrentadas a Antena-3 con la sorpresa desbordada del vestido de la Pedroche: 40 pezones y 8.500 cristales de su leche materna, sea esto lo que sea. Y frente a eso, lo mejor que al parecer tiene la televisión pública: David Broncano y un espécimen que responde al nombre de Lalachús. Debo confesar que frente a Broncano me retrae una vieja actitud suya que aquí ha publicitado más de una vez Federico Jiménez Losantos: que en medio de la COVId festejó la pandemia al grito de “Coronavirus, oé”. Yo no tenía nada contra la tal Lalachús, aunque ya presumía, así a ojo, que no era mi ideal físico y moral. Pero parece que tenía sus adeptos entre la peña. Una compañera de El Mundo hizo una crítica hagiográfica de esta pareja, cantando su excelencia y el humor que pusieron en su actuación. En ella, la tal Lalachús exhibió una estampa con la vaquita de Grand Prix que mostraba en su pecho el símbolo del Sagrado Corazón.

No me sentí ofendido en unas creencias que no tengo, pero sí en lo que me parecen las normas más elementales del decoro y del buen gusto. Y la falta de simetría. Por una parte, se puede ofender a los católicos, pero no se les ocurriría mostrar  la vaquita del Gran Prix con el Corán entre los cuernos. Por otra parte y sin salir del reino de los semovientes que ella ha elegido hay que ver la que podría caerle a quien muestre una foto de Lalachús diciendo “Parece la vache qui rit”. Casi sin intención, José Fdez. Torres escribía en X: “Ofender a los creyentes para intentar llamar la atención y ser ocurrente es una metedura de pata. Y gorda”.

Es muy notable que las redes hayan esparcido urbi et orbi el deseo de esta mujer para 2025: “Dejemos de opinar de los cuerpos ajenos, porque todos son válidos”, algo que al parecer no es extensible al mundo de las creencias: no parecen todas válidas en su opinión. Eso sí, le parecen más válidas aquellas en cuyo nombre se ahora a los homosexuales y se lapida a las adúlteras que una religión compatible con la libertad y el ateísmo.

Nicolás Redondo Terreros, que es un recordatorio de que hubo socialistas decentes, colgaba en X un recuerdo de Adolfo Suárez, especialmente interesante, en el año en que se cumplieron diez años de su fallecimiento. Y me parece interesante, porque esa chusma gubernamental que celebra los cincuenta años de la muerte de Franco no ha tenido un recuerdo para la década de Suarez: “Adolfo Suárez, el político español más hoesto y honrado del siglo XX, “más progresista en el sentido honesto de la palabra” en boca de Nicolás Redondo Urbieta. Fue la bolita de acero sobre la que se erigió el complejo edificio democrático y la libertad compartida de la mayoría…”

Lo peor del año que empieza es la continuidad de los más esclarecidos campeones de la República de los tonnntos. El gran Antonio Papell se estrenaba en Año Nuevo con una predicción geoestratégica: “En apenas unos días, Trump volverá a ser elmandatario más poderoso de la tierra. Celebremos el Año Nuevo, pero preparémonos para bajar a los refugios”. Jaam le respondía al punto, también en X: “Señor Papell, con él no hubo guerras, con Biden sí. Acaba  el año diciendo  tonterías. Lo suyo a su edad no tiene remedio”.