Tres tercermundistas

El sanchismo tuvo varias posibilidades para elegir verificador: la fundación Henri Dunant, el chiringuito suizo de Zapatero, el abogado sudafricano Brian Currin y el profesor holandés, natural de Sri Lanka, Ram Manikkalingam cuya intervención bordeó primorosamente el ridículo con el ‘desarme’ que recordábamos hace unos días: los etarras lo llevaron a un lugar desconocido y le enseñaron unas armas que metieron en una caja de cartón y luego se llevaron.

Demasiado nivel para Sánchez. A él le iba más  un verificador tercermundista, a tono con las partes contratantes y con sus representantes: Santos Cerdán y Miriam Nogueras. El Salvador no era una mala opción. Pudieron sentar en la mesa a la mara Salvatrucha para que hiciera juego con los delincuentes del PSOE y Junts, pero les bastó con elegir a un diplomático salvadoreño, Francisco Galindo, que remite al personaje que encarnaba López Vázquez en aquella película de Forqué, deshaciéndose ante Katia Loritz: “Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo”. Galindo fue mediador entre terroristas, no digo más. Bueno, sí, cabe que sea un hombre de paja, dicho sea con perdón de la Henri Dunant, que ya tuvieron uno en el proceso de paz de Zapatero. Se llamaba William Douglass y era un antropólogo de la Universidad de Reno. El centro HD lo contrató para que contactara con ETA. Él cumplió el encargo y se lo quedaron ellos, so pretexto, falso, de que abandonaban la mediación.

Sánchez tenía una carta más en Irene Lozano. Yo la conocí en una mesa redonda de FAES en la que ambos participamos. Después, los dos participamos junto al añorado David Gistau en la presentación de Rosa Díez a unas elecciones. La acompañaba su novio de entonces, un comerciante de lencería cuyo nombre lamento no recordar. “Me duran más los perros que los hombres”, confesó después en una entrevista. Lástima, porque el corsetero me pareció un tipo excelente, dotado de un gran sentido del humor. Pero la vida da muchas vueltas, y ella perdió aquel novio para acabar aterrizando en el sanchismo. No sería por razones ideológicas, ella había escrito una reseña muy elogiosa de mi libro ‘Lágrimas socialdemócratas’, tan escasamente complaciente con Zapatero y su obra.

Ahora ha escrito unas memorias, ‘Tierra firme’, que va a firmar Pedro Sánchez. También se le adjudica la primera autobiografía del gañán de la Moncloa, ‘Manual de resistencia’. Ventajas de una personalidad tan evanescente: podría firmar unas memorias distintas cada año de su vida. A condición de que se las escriban otros, claro. Leeré con atención estas, pero me cabe alguna duda de que Irene haya perpetrado el Manual. Ella es más aseada gramaticalmente que el zoquete de su mandante. Salvo que haya querido borrar huellas imitándole el estilo. En fin, pueden caber dudas sobre la autoría de Irene, ninguna sobre la irresponsabilidad del ágrafo.