TONIA ETXARRI, EL CORREO 09/01/03
Los 53 minutos de recorrido de la línea de alta velocidad que une Barcelona con Girona y Francia, en los que Mariano Rajoy , Artur Mas y la ministra de Fomento compartieron viaje junto al Príncipe Felipe, provocaron ayer cierta envidia. No por el contenido del cruce de mensajes que, seguramente por consideración al hijo del Rey, no pasó de un mutuo emplazamiento a seguir hablando, mientras el presidente de la Generalitat enviaba un recado a Bruselas para que presione a Rajoy y acceda a flexibilizar el objetivo de déficit catalán. No. La envidia no viene de ese viaje compartido, en el que, por cierto, se forzaron tanto las formas que hasta la ministra Ana Pastor recurrió al halago físico para piropear a Artur Mas por su pérdida de peso. La envidia la provocaba el viaje rápido, en sí mismo, en aquellos ciudadanos vascos que siguen esperando que la modernización de la línea férrea llegue de una vez a Euskadi.
Todo el que prueba este sistema de transporte, repite. De todos es sabido que el tren de alta velocidad es el medio de transporte preferido (al vehículo y al avión) para las distancias entre 400 y 800 kilómetros. Los usuarios de Madrid, Sevilla, Barcelona y Valencia han cambiado sus costumbres viajeras. Pero en el Pais Vasco tampoco este reto fue fácil. Desde que el Gobierno vasco presentó su proyecto de la Y griega vasca en 1989, el camino ha estado lleno de obstáculos en forma de protestas y actos de sabotaje, desde las formas más sibilinas de presión hasta los atentados más directos. En el ‘nuevo tiempo’ tampoco será sencillo imaginar que Euskadi vaya a agilizar su comunicación férrea entre Madrid y Francia. El Estado ha reducido su inversión en un 40% en el proyecto, aunque llegará, eso dicen, a pesar de la firme oposición de EH Bildu y los grupos ecologistas.
Al lehendakari Urkullu, al que se le empieza a acumular el trabajo mientras la oposición espera que concrete su plan de presupuestos, le ha salido, en los herederos de la vieja Batasuna, una verdadera ‘china’ en el zapato. Laura Mintegi ha desatado una tormenta de críticas porque el nuevo gobierno ha dicho que tendrá presupuestos antes de haber presentado su plan. Contra el PNV por no acudir oficialmente a la manifestación en defensa de los presos de ETA . Y por respirar sin pactar, en general. A todo que no, aunque luego lleguen a acordar su presencia en el consejo de Kutxabank.
A Bilbao sólo le faltaba el AVE para que «el mejor alcalde del mundo», según la fundación británica City Major, hubiese recibido una distinción tan codiciada. No importa. A Iñaki Azkuna le han premiado por su liderazgo, visión de futuro, honestidad y transparencia, elegido entre 900 candidatos. El alcalde que hasta el año pasado podía presumir de su «endeudamiento cero», se conoce a sus clásicos.
Estos premios generan ciertas rencillas. Bastó cotejar las reacciones de ayer para comprobarlo. Su homólogo en San Sebastián hablando de Bilbao como «una de las ciudades de Euskal Herria». El de Vitoria, aludiendo al verdadero premio, que es el que otorgan los ciudadanos. Y el de su opositor en el ayuntamiento durante años, Antonio Basagoiti, colgándose la medalla del mérito a su propia labor por haber forzado la gestión transparente del alcalde. Quizás por eso, Iñaki Azkuna dijo que el mérito no era suyo sino de todos los bilbaínos. Listo el alcalde.
TONIA ETXARRI, EL CORREO 09/01/03