REBECA ARGUDO-ABC

  • Si la primera carta a la ciudadanía ya era risible, por desubicada, una segunda carta a la ciudadanía solo podía ser sátira

Estoy pensando en inscribirme en la lista Robinson. No porque esté harta de llamadas de compañías telefónicas a horas intempestivas o de campañas comerciales intrusivas, que también. Con estas puedo lidiar, mal que bien, y de algo tendrán que vivir los teleoperadores. Lo que quiero evitar es recibir más cartas de Pedro Sánchez. Hasta el pirri me tiene con su ‘spam’ lacrimógeno y victimista. Me ha escrito más en un mes que mi madre en tres años.

Nada tengo yo en contra del género epistolar, ojo: me chiflaron las ‘Cartas a Clara’, de Rulfo; ‘Carta a una señorita en París’ es uno de mis cuentos preferidos de Cortázar y disfruté como una enana ‘voyeuse’ con ‘Correspondencia’, las cartas entre Stefan Zweig y la que sería (por este orden y a lo largo del libro) su admiradora, su amante, su esposa, su exmujer y su viuda. Pero esas obras fueron elegidas por mí, de entre muchas, para ser leídas en ese momento. Y son, además, una delicia. En fondo y forma. Las de Sánchez, no. Estas me han saltado a la cara, como gatos enfadados, nada más abrir mis redes sociales. ‘Nueva carta a la ciudadanía’, encabezaba la misiva y yo no daba crédito. Lo primero que pensé es que era una cuenta parodia. Si la primera carta a la ciudadanía ya era risible, por desubicada, una segunda carta a la ciudadanía solo podía ser sátira. Pero no, era cierto. La realidad adelanta a la caricatura por la derecha, tocando el cláxon y con un cubata en la mano, mientras le enseña el dedo índice y le grita «ahí te quedas». Valle-Inclán no tendría nada que hacer en nuestros días, el esperpento hoy sería crónica.

Y no, no son una delicia, ni mucho menos. Acostumbrada una a darle a la tecla, no puede menos que andar de respingo en respingo a cada coma mal puesta, cada anacoluto, cada sesquipedalismo. No es Sánchez, desde luego, Pardo Bazán (ni nosotros, la ciudadanía, Pérez Galdós), pero un respeto. Que más bien parece que tengamos quince años y ‘El Kevin’ nos quiera pedir «lo suyo» o «lo vamos a flipar». Tiene la carta (la segunda) un toque de WhatsApp enviado a un ex desde la barra de un bar de madrugada, al poco de la ruptura de una relación tóxica, cuando los dispositivos móviles deberían tener pin parental (o explotar). «Que sepas que ya no pienso en ti, soy muy feliz y no te necesito. Te he olvidado. Estoy muy tranquila, ¿vale?», 3:55 a.m., enviar. Desenviar, desenviar, desenviar. ¡Desenviaaaaaaaaaaar!

No sé si estamos a las puertas de una trilogía (santa Águeda no lo quiera), pero tampoco quiero saberlo. Viendo la evolución, lo que nos espera solo puede ser pedirnos que le devolvamos el relicario de su madre o mandarnos a Ismael Serrano a cantarnos algo bajo el balcón y convencernos de que nadie nos va a querer nunca más de lo que nos quiso él.

A mí tres veces no me pilla: lista Robinson. Apuntarse. Enviar.