MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAMO-ABC
- El domingo se confirmó que Sánchez había logrado convocar un plebiscito sobre Vox, no sobre sí mismo
Aestas horas, porque en la política de este país hay que hablar en términos cortos, María Guardiola es presidenta de Extremadura y Alberto Núñez Feijóo no tiene mucha previsión de serlo de España. Sirva la comparación para recordar que, en su partido, a ella la obligaron a tragarse el sapo que había dicho, pública y abiertamente, no querer tragarse. El sapo en cuestión esperaba convertirse luego en príncipe pero ha terminado besando su propia lona, que era la que tiraba a la basura valores de tolerancia. Lo es el respeto al otro aunque no piense igual y lo es el feminismo como lo es el cuidado del planeta. Respetar al prójimo como a ti mismo y a la madre naturaleza por encima de todas las cosas son dos mandamientos con base cristiana. Judas también parecía serlo. Y también besaba.
Aunque a PP y Vox no les ha dado tiempo a traicionarse. No estaban casados como Pedro y verdad Yolanda. Tengo un amigo que sostiene que los matrimonios por conveniencia duran más que los de por amor y los demás nos preguntamos por qué lo sabe. Hasta ese debate. PP y Vox ya tenían los anillos, pero al final, se han quedado descompuestos. «Si alguien tiene algo que decir, que hable ahora o…» y las urnas lo han hecho. Sólo que no cómo algunos vaticinamos.
Tras el escrutinio del domingo, el brevísimo epitalamio PP-Vox nacional queda así: «Querer casarse y no querer casarse a la vez,/ al final no ha casado./ Y eso que ya no está Casado». Rima vaga y fin del anhelado poema lírico popular, que no del PP, hasta que Safo lo convirtió en literatura culta, que se cantaba a la puerta del dormitorio de la pareja la noche de la consumación.
En Génova toda la semana es un poco noche, sí, pero no precisamente de bodas. En la madrileña calle Bambú, sede de Vox, igual, y encima sienten que el desodorante les ha abandonado. Así que la culpa es de la química, ellos sólo son víctimas. Como a la vez son antifeministas, podría aparecer aquí Aixa, la madre de Boabdil, sin que se nos reproche el estereotipo. Ya saben lo que dijo, aunque al parecer no lo dijo ella, se añadió después.
Las lágrimas en Vox son verdes, que suena a chiste ídem. Podemos preguntarnos si no serán de cocodrilo y recordar que éste es un animal capaz de engullir a otro sin pestañear. Pero eso, en la naturaleza, como en política, es una cuestión muy de tamaño y Vox lo ha perdido. No le da ni para moción de censura. Sumar también ha ido a menos. Destino compartido de pequeños. Es una conclusión clara y limpia de estas elecciones tan verdes.
El domingo se confirmó que Sánchez había logrado convocar un plebiscito sobre Vox, no sobre sí mismo. El PSOE nunca lo ocultó. Lo dijo aquí y allí. Las urnas demostraron que España también piensa en verde. En concreto, en contra del verde bambú. Vox ahora ya lo sabe. Y al PP, por cierto, ya se lo había dicho una mujer.