Manuel Montero-El Correo
- No sabemos aún cómo se llamará este periodo. ¿Euskadi (o Euskal Herria) posterrorista? ¿Posfranquista? ¿Presoberana? ¿Predemocrática?
No sabemos aún cómo se llamará esta época. Es asunto de enjundia, pues aquí gusta poner rápidamente nombres a las cosas. Para saber a qué atenernos. Se dijo hace años que entrábamos en los «nuevos tiempos», pero la novedad se va quedado antigua y no queda bien hablar ahora de los «viejos nuevos tiempos».
Se le podría llamar ‘época posterrorista’, pero resulta improbable que cuaje porque gran parte del País Vasco no considera que hubiese terroristas (salvo los del Estado), sino lucha armada. ¿’Euskadi (o Euskal Herria) posviolenta’? No vale, pues rompe con la imagen de que este es esencialmente un pueblo pacífico. Además, el terror -accidente histórico a olvidar, en algunas tendencias- no afectó a toda la sociedad vasca y no se puede tomar la parte por el todo.
A la abertzalía radical le gustaría quizás llamarlo ‘periodo postbélico’, para sentar la idea de que aquí hubo una guerra entre dos bandos, pero tiene el inconveniente de que aún no puede lucir que ha vencido, por lo que el concepto puede esperar.
Metidos en imaginarios, al menos les cabría asegurar que vivimos un armisticio, con el atractivo de sugerir un cese recíproco de las armas, que pueden volver si falla la contraparte. No vale, sin embargo, porque los armisticios tienden a perpetuarse y porque la palabra da en un cultismo que les costaría explicar a sus fieles, de lenguaje más rudimentario, tipo ‘pim, pam, pum’, ‘jo ta ke’, ‘cárceles de exterminio’ y así.
Quizás tendría más consenso llamarla ‘época posfranquista’, dejando claro que la dictadura no quedó superada cuando dijeron, con lo que la lucha armada se vería justificada como lucha antifranquista. Desgraciadamente, sugiere que la dictadura se ha acabado ya, cuando va implícito que seguimos en el tardofranquismo. Encima, podría entenderse que la autonomía es un invento franquista, algo difícil de compartir por el PNV, que no deja de tener su corazoncito, por mucho que le gusten también las visiones apocalípticas de la cosa vasca.
Además, una característica de la visión vasca de la historia es que siempre estamos de paso. Es decir, transitando hacia algún lado, en situación de provisionalidad mientras caminamos (como pueblo) en pos de un objetivo. Por eso tampoco sirve el nombre ‘Euskadi de entreguerras’. No porque la idea disguste en sí misma, sino por indicar cierto inmovilismo, al incluir la eventualidad de volver al arranque fundacional, la lucha armada. Resultaría un reconocimiento tácito de que tanta matraca de liberación no ha servido para nada y habría que callar muchas soflamas heroicas de ‘ongi etorri’.
Pero viajamos hacia un futuro, este es un país con un destino, de concepción teleológica, movido por las causas finales, con el convencimiento de que Euskal Herria tiene atribuido un propósito: la «causa final» es «aquella para la que existe un objeto, en la concepción aristotélica», lo que viene pintiparado para nuestro caso, que requiere cierto nivel filosófico.
Vamos hacia algún lado y nuestra presencia actual es episódica, pero no podemos llamar a esta época la ‘Euskadi (o Euskal Herria) transitoria’, pues algún inculto podría pensar que creemos en la Transición. ¿La época rupturista, la ‘Euskal Herria de la ruptura’? Son propuestas envidiables, pero difíciles de sostener si el proceso de ruptura se alarga demasiado: perderían credibilidad. Sería deseable ‘periodo preindependentista’, pero alguno podría asimilarlo a la independencia de Cataluña, de ocho segundos, y tomarnos por otros flojos. ¿’Euskal Herria prerrepublicana’? Tampoco sirve, sólo falta que nos metan en el saco de españoles republicanos, ignorando nuestra especificidad, la fe en la república vasca. Como si esos quieren seguir de monárquicos, allá ellos, pero que no nos confundan.
Así que se aconseja lo clásico. ‘Euskal Herria presoberana’ resulta casi perfecto, con la pega de que los no avezados podrían pensar que no creemos que Euskadi tenga ya soberanía, pues sólo falta convertir en acto lo que es en potencia. Vendría bien el nombre ‘Euskadi terminal’, aludiendo a que estamos en el canto del cisne de Euskadi, que renacerá convertido en Euskal Herria, lo que casa bien con la naturaleza convulsa de nuestras visiones históricas. Único fallo, el apego del PNV a los términos sabinianos.
Así que solo queda un término: ‘periodo predemocrático’. No cuestiona los progresos nacionales emprendidos en todos los órdenes, deja clara la carencia de una verdadera democracia y confirma que vamos avanzando. Quienes rechazaban la democracia formal quedan como la representación genuina de la auténtica democracia, entendiendo el terror como parte integrante de la marcha de este pueblo hacia la libertad. Quien se oponga a este nombre denota su negativa a reconstruir la identidad vasca. Lo bueno de vivir una época predemocrática es que se atisba ya la ‘democracia democracia’.