Kepa Aulestia-El Correo

El Gobierno de coalición que preside Imanol Pradales es distinto a los que, también sostenidos por PNV y PSE, encabezó Iñigo Urkullu durante las dos legislaturas anteriores. Se ha pasado de Ejecutivos en los que los socialistas vascos ocupaban un lugar secundario a un gabinete de mayor equilibrio entre las dos formaciones coaligadas. La causa de ese cambio no está tanto en el leve ascenso del voto socialista y en el descenso del jeltzale, como en la irrupción de EH Bildu hasta situarse a la altura del PNV. Un Gobierno de coalición desigual no precisa más coherencia que la que aporte el partido mayoritario. Un Gobierno de coalición equilibrado requiere mostrar la máxima sintonía, en este caso entre jeltzales y socialistas. La novedad del Ejecutivo Pradales es que los socialistas asumen la responsabilidad sobre tres vertientes que en sus mandatos Urkullu asumió de manera muy personal. La política de memoria, la vindicación de la gestión económica de la Seguridad Social, y la administración de los fondos europeos.

A fecha de hoy, el compromiso contra la desmemoria puede ser parejo entre los dos partidos de gobierno. Renuentes ambos a batallar contra EH Bildu en ese terreno, aunque obligados a reaccionar cada vez que se ensalza el pasado terrorista. De modo que los jeltzales no tenían razones de fondo para reservarse la materia. La gestión económica de la Seguridad Social es una bandera singular del PNV, que el PNV sabe que no se hará realidad mientras no se extienda al conjunto de las autonomías. Pero es también una demanda que pasa por alto la dependencia que las pensiones de los vascos tienen respecto a la caja única. Los fondos europeos corren el riesgo de ser tratados poco menos que como un asunto amortizado, en el que Euskadi no tendría más remedio que limitarse a verlas venir. Por mucho que el Gobierno de coalición de Pradales esté más equilibrado que los de Urkullu, será inevitable que desde Sabin Etxea se reste importancia a todas las áreas de gestión que estén en manos de los socialistas.

Las carteras socialistas nunca levantarán la voz ante el Madrid de Pedro Sánchez. En esa misma medida, el Grupo Vasco en el Congreso se verá mediatizado para reclamar aquello que concierna a las áreas de gobierno supervisadas por el vicelehendakari Mikel Torres. Aunque ni el PNV ni el PSE pueden permitirse discrepar públicamente de su socio de gobierno sin contribuir a que la izquierda abertzale suba un peldaño más en los pronósticos electorales. La cohesión del Ejecutivo Pradales exigirá máxima contención, además de resultados tangibles. Porque, al tiempo de que socialistas y jeltzales hacen cábalas en torno a la eventualidad de que unos y otros acaben gobernando con los de Otegi, unos y otros saben que, a medida que EH Bildu se naturalice en la desmemoria, los de Otegi se harán con el voto que hoy PNV y PSE necesitan convencerse de que es exclusivamente suyo.