Massimo Cermelli-El Correo
- Trump representa el fin de la debilidad económica, pero la aplicación conjunta de aranceles y de medidas energéticas y migratorias amenaza con otra inflación
Las palabras importan menos que los hechos. Con esta frase que probablemente haya pasado desapercibida durante su toma de posesión como presidente de los Estados Unidos, Donald Trump ha dado comienzo ayer a su segundo mandato. Quizás lo más comentado antes de ese día hayan sido sus amenazas comerciales, léase aranceles que el nuevo presidente quiere imponer en diferentes medidas: 60% para todo producto importado desde China, 25% en el caso de México y Canadá, y 10% a los del resto de países. La divisa nacional (el dólar) ha empezado a descontar esta fortaleza y las divisas como el euro han perdido fuelle durante estos meses a raíz de unos anuncios que han empezado a manifestarse en toda su contundencia. Cierto es que analizando las primeras reacciones de los mercados financieros podríamos decir que las promesas de política comercial, de momento, se han visto suavizadas.
Las primeras ordenes ejecutivas firmadas han seguido tres grandes directrices: energía, cambio climático y migración. En los dos primeros casos veremos cómo en el futuro próximo Estados Unidos jugará un papel fundamental en la contención del precio del petróleo al abolir las normas impuestas a las empresas para mejorar la huella de carbono y, además, cambiará el rumbo del Acuerdo de París al eliminar la obligatoriedad en 2050 de la total electrificación del parque automovilístico nacional. Pero el país no solo retrocederá en sus medidas medioambientales, sino que saldrá de la Organización Mundial de la Salud y se desvinculará del acuerdo de la OECD de imponer un impuesto mínimo del 15% a las multinacionales.
Con respecto a la inmigración, el nuevo presidente acaba de declarar una emergencia nacional en la frontera sur del país que quiere acabar con la «invasión extranjera» de México y ha declarado que quiere crear el mayor Ejército del mundo para ganar guerras y para terminarlas.
En definitiva, el programa electoral que fascina a sus votantes americanos, y que preocupa a todos los que no lo son, consiste en cobrar a los demás países lo que están pagando ahora mismo los estadounidenses generando cierta incertidumbre en las empresas americanas que operan en Europa, que empiezan a descontar unos menores niveles de inversiones junto con un empeoramiento de las relaciones comerciales.
Según la opinión de distintos expertos de los principales organismos internacionales, las medidas de nuevos aranceles y de proteccionismo podrían restar entre el 0,5% y el 1% al crecimiento del PIB global en 2025. Y lo más importante, tener repercusiones en las operaciones de las empresas que operan en Estados Unidos generando al alza las presiones inflacionistas que parecían remitir tras unos años duros.
Muchos ciudadanos y electores europeos se siguen preguntando por qué los estadounidenses han votado Donald Trump, pero es probable que su respuesta se encuentre en su condición de votantes europeos. Para los americanos, Trump representa el fin de la dura inflación y de los años de debilidad económica, pero hay que aclarar que la totalidad de su medidas arancelarias, energéticas y migratorias, aplicadas en su totalidad, amenazan con provocar en Estados Unidos una nueva ola de inflación, junto a la posibilidad de otros beneficios.
El declive de Estados Unidos ha terminado, afirmaba en su discurso Trump. Subrayó cómo «el genero y la raza dejarán de ser armas de ingeniería social» y se proclamó como un presidente «pacificador», capaz de restar protagonismo al anterior mandatario, Joe Biden, en este final de ciclo político en el caso del conflicto de Oriente Medio.
Otro tema que preocupa a Trump y del que poco se ha hecho mención es el coste de la vivienda y la oferta de las mismas, que no parecen ser solo un problema europeo o local. Su mención en su discurso quizás no ha sido muy subrayada, pero es otro de los motivos que han empujado a millones de estadounidenses a votarlo durante el pasado mes de noviembre.
Este comienzo de mandato representa un reto crucial para Europa, un desafío de unidad política en el que su principal competidor será por primera vez en la historia su mejor aliado del pasado. Es importante respaldar en los próximos años la unidad del bloque comunitario y conseguir reforzar la competitividad de nuestra área común para poder resistir a los cambios comerciales y normativos que vienen.
En su primer discurso Trump incidió en la llegada de una nueva era, «una era dorada». Pero la gran pregunta que habría que hacerse es si esta etapa es solo una repetición del pasado, cuando Estados Unidos ejercía de gran potencia, o si se trata de que sea capaz de hacerlo en el futuro. El tiempo nos dirá si la era anunciada se hará realidad.