De hecho, el número dos de Esquerra defendió ayer que sería «más eficaz y útil» para el soberanismo catalán que los republicanos y el Partit Demòcrata Català –la nueva denominación de Convergència– estén en grupos separados, con el segundo en el Mixto compartiendo tiempos de palabra y representación con otras fuerzas políticas de diferente ideología.
Para quitar importancia a la situación de Convergència, Rufián incluso llegó a recordar que diputados republicanos como Alfred Bosch o el propio Joan Tardà se han erigido en «grandes figuras» formando parte del Mixto en anteriores legislaturas.
En la misma línea se postuló el líder de ERC en el Congreso, Joan Tardà: «Personalmente creo que dos voces independientes en el Congreso son más eficaces que una y muestran mejor la transversalidad independentista de Cataluña», escribió en su cuenta de Twitter después de evitar descartar del todo la posibilidad formal de que Convergència se acabe uniendo a los diputados de Esquerra.
Esta opción parlamentaria, que no es del agrado de los republicanos, la planteó el líder de Convergència en el Congreso, Francesc Homs, nada más conocer que PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos le habían denegado la constitución del grupo propio. Entonces, en una conversación informal con Tardà, Homs le deslizó la idea, aunque rehusó entrar formalmente a negociar tan pronto con los republicanos.
El globo sonda convergente, no obstante, tomó cuerpo ayer por la mañana cuando la coordinadora general del Partit Demòcrata Català, Marta Pascal, apretó las tuercas y contempló públicamente la posibilidad de que los diputados nacionalistas se acaben integrando en el grupo de los republicanos. «Esto se tiene que poder hablar», dijo en una entrevista radiofónica.
Un guante que ERC evitó recoger hasta el punto de acabar dando largas a los convergentes con el paso de las horas. «Es preferible» tener garantizadas «una voz de centroderecha independentista y otra de izquierda y de carácter republicano», apostilló Joan Tardà, en un claro intento de desmarcarse de los nacionalistas pese al nexo de unión del proceso soberanista.
Como argumentos prácticos, desde el lado republicano también esgrimen que los convergentes gozarán de un mayor tiempo de palabra en el Grupo Mixto al ser la formación con más diputados –ocho– y que el dinero correspondiente al buzoneo de la campaña electoral de CDC es ya irrecuperable.
Viendo esta reacción de los republicanos, el líder en el Congreso del ahora Partit Demòcrata Català, Francesc Homs, fue el encargado de enfriar los ánimos y rebajar el tono del órdago nacionalista, aunque dijo no renunciar a abrir una negociación con Esquerra «alejada del debate público» en las próximas semanas. «No es una urgencia ni de hoy ni de mañana», aseguró en rueda de prensa.
En este sentido, cabe recordar que Francesc Homs y la cúpula de la antigua Convergència intentaron hasta el último minuto concurrir junto a Esquerra tanto en la convocatoria de diciembre como en la última de junio al Congreso. Su idea era replicar la lista única de Junts pel Sí en el Parlament, un modelo que Artur Mas logró amarrar después de amenazar a Oriol Junqueras con no convocar elecciones si no aceptaba su propuesta.
Lo que quería evitar Francesc Homs con sus sucesivas propuestas a ERC era su miedo a un posible fracaso electoral por los casos de corrupción vinculados a la antigua Convergència y el giro soberanista de una formación histórica de centroderecha. Circunstancia que no pudo sortear al concurrir en solitario y sumar sólo la mitad de los votos que consiguió la CiU de 2011, un resultado que ha dejado a los convergentes sin grupo propio en el Congreso por primera vez.
En el Senado, en cambio, el portavoz de ERC, Santiago Vidal, abrió la puerta a que su grupo parlamentario en la Cámara Alta acoja a los cuatro senadores de CDC tras haberse quedado sin grupo propio, aunque les advirtió de que su visibilidad menguará respecto a anteriores legislaturas.
Para explicar la decisión de la Mesa en el Congreso y el Senado, el presidente del nuevo Partit Demòcrata Català (PDC), Artur Mas, elevó el tono de sus críticas y denunció ayer mismo una operación coordinada para «destruir» a su nuevo partido. «Han intentado por todos los medios eliminarnos personal y políticamente como formación política. No lo han conseguido y no lo conseguirán», lanzó antes de erigirse como la «fuerza central del soberanismo». «Han detectado que si Cataluña tiene una oportunidad de convertirse en un Estado pasa por nosotros y nos quieren eliminar», argumentó.
Para apuntalar su tesis, el ex president de la Generalitat recordó que, en 2004, ERC –«también siendo independentista»– no cumplía con los requisitos para formar grupo propio, aunque finalmente la Mesa del Congreso aprobó su constitución gracias a una interpretación más laxa del reglamento. «Nosotros somos el elemento que inclina la balanza hacia el Estado propio», reiteró el ex president de la Generalitat.
Asimismo, Mas también aprovechó para volver a denunciar una «persecución a nivel personal» del Estado por la consulta del 9-N y el caso de las escuchas entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el ex responsable de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, además de vaticinar que Ciudadanos acabará dando su apoyo a un partido «investigado por corrupción» –el PP– mientras busca «vetar» a otro «perseguido por poner las urnas».
En este aspecto, hay que señalar que, pese a referirse en varias ocasiones a la «antigua Convergència», Mas obvió que el partido también está bajo la lupa judicial por el caso Palau o el 3%, motivos por los que emprendió la refundación hasta el actual Partit Demòcrata Català.
Mas y Homs también cargaron duramente contra Podemos por no apoyar que los nacionalistas tengan voz propia en el Congreso y el Senado. No obstante, los dardos más envenenados fueron hacia Ciudadanos, a quienes acusaron de «chavismo puro» porque, a su juicio, el comportamiento del partido naranja se deriva del siguiente razonamiento: «No me gusta mi adversario, pues lo veto por mayoría».
LOS NÚMEROS 8 diputados. La antigua Convergència perdió la mitad de escaños respecto a las anteriores elecciones donde había concurrido en federación con Unió Democràtica, el partido que lideró Josep Antoni Duran i Lleida. 41.000 euros . Ésta es la subvención mensual que reciben los grupos parlamentarios, a los que se suma el dinero correspondiente al ‘mailing’ electoral. En una legislatura, el montante supera los dos millones de euros en ingresos. Además, está el coste que supone perder a los seis asesores que les corresponde según el reglamento del Congreso. 1,5 millones de euros. Ésta es la cantidad que deja de ingresar también el partido de Artur Mas por no haber obtenido tampoco grupo propio en el Senado, donde se han quedado con cuatro representantes.