- La historia de Podemos y sus sucesivas ramificaciones muestra que aquellos serafines que venía a asaltar los cielos eran fieramente humanos
Hay que ver lo mucho que ha cundido nuestra extrema izquierda PPP (pop, populista y populachera). En diez años les ha dado tiempo a matarse entre ellos, a demostrar que no saben hacer la ‘o’ con un canuto, a fundar tres partidos tipo secta diferentes y a montar los más variados enredos de catre. Parafraseando el comunicado de despedida de Errejón, «han llegado al límite de la contradicción».
Iglesias Turrión, de 46 años, y que quedará en los anales como el vicepresidente más gandul de nuestra historia, e Íñigo Errejón ya están prejubilados de la política. De los padres fundadores de Podemos, aquellos que en la foto de 2014 iban a «asaltar los cielos», ya no queda uno.
La historia de Podemos y sus sucesivas ramificaciones muestra que los serafines socialistas que venían a salvarnos de nosotros mismos eran fieramente humanos. Les gustaba la vida muelle de la buena burguesía. Les tiraba también la concupiscencia más fogosa, que muchas veces tenía consecuencias políticas. Parafraseando de nuevo la auto confesión de despedida de Errejón, llevaban «una vida neoliberal» mientras que a los demás nos recomendaban una vida chata, de miseria compartida en nombre de la solidaria idea comunistoide (que cada vez que se ha probado ha fracasado).
En la primera década del presente siglo, un grupillo de profes de extrema izquierda se unen al calor de la Facultad de Políticas de la Complutense, un centro que si tuviese como decano a Pol Pot tampoco resultaría especialmente raro. Pronto se percatan de que pueden trincar unas buenas pelas como consultores, vendiendo doctrina socialista snob al régimen de Chávez y a otros países satélites, lo cual hacen a través de una fundación (CEPS). Errejón e Iglesias forman parte de los emprendedores que hacen las Américas, con ridículos pelotilleos a la dictadura de Chávez incluidos. El dinero chavista está además ávido de contribuir a la puesta en marcha en España de algún partido de extrema izquierda que traiga a Europa el comunismo bolivariano, pasado por un tamiz camisetero y pop para vender mejor el invento por estos pagos.
En 2014 nace por fin Podemos, que aprovecha y manipula el legítimo enfado de muchos españoles que han visto sus vidas zarandeadas por la gran crisis de 2008. Comienza el asalto a los cielos, con un notable despegue electoral. Iglesias Turrión va de macho alfa, que aporta el carisma de la coleta y la labia florida. El flaco Errejón Galván, gafoso y espectral, ejerce como cerebro teórico.
Pero Iglesias Turrión es proclive a las efusiones románticas. En un momento dado rompe con su amada Tania, salida de IU, y se lía con una joven de su gabinete de Podemos, una tal Irene Montero. Iglesias Turrión expulsa entonces a Tania al gallinero del Congreso, tapada por una columna, y comienza a promocionar a la nueva titular de su corazón: Irene. Como ven, puro feminismo (y hay más capítulos amenos, como cuando Pablete se quedó durante meses una tarjeta digital con material íntimo de la joven Dina, su jefa de prensa en su etapa como eurodiputado).
Cuando Iglesias Turrión nombra portavoz a Irene, su nueva novia, relegando así a Errejón, el flaco da el portazo con un cabreo cósmico y acaba montando su propio partido con Doña Manuela, la abuelita sectaria que ostentaba por entonces la alcaldía de Madrid.
Más tarde, los flamantes hacendados de Galapagar son tan panolis que se dejan engatusar por la lisonja risueña y sobona de una política ferrolana recién llegada a Madrid y multifracasada en Galicia, una tal Yolanda Díaz. Iglesias Turrión, que se cree tan listo él, resulta tan pánfilo que le regala a Yolanda las riendas de Podemos y la nombra sucesora vía dedazo (todo siempre muy feminista y muy democrático).
Pero Yoli, que con todo su jiji-jaja es más mala que el café con sal, apuñala a los piji-comunistas de Galapagar, funda una nueva marca a su mayor gloria, Sumar, y borra a la señora de Iglesias y a su amiguita Ione de las listas. La traición se ha consumado. Y Errejón, que todavía sangra por la herida, se suma al yolandismo.
El resto ya lo saben. Sumar no suma. Está de capa caída. Podemos intenta volver por sus fueros, y si no aparece una buena serie esta temporada en las plataformas que lo enganche botellín en mano, incluso puede que vuelva a la primera línea el vaguísimo Iglesias Turrión. Irene, que es más lista, ya se ha hecho con un sueldo Nescafé en el Parlamento Europeo, e Ione sigue chupando del bote con su escaño en el Congreso.
En cuanto a Errejón, se va con un comunicado lleno de reproches a sí mismo, ignorante de aquella máxima que advierte: «Lo malo de la autocrítica es que los demás se la creen». El fuego amigo lo acusa de abusos sexuales y el tipo viene a reconocer en su adiós que tiene la cabeza como una olla de vapor y que algo huele a podrido en Dinamarca. Se le llenó la boca con la palabra ‘feminismo’ durante diez años y ahora cae bajo la acusación de las peores y más rancias prácticas machistas.
El drama de todo este cachondeo es que los españoles hemos perdido diez años con esta tropa, que insólitamente todavía okupa ministerios —por gentileza de Sánchez— y que hasta llegaron a gobernar importantes ayuntamientos.
Chao, camarada Errejón. No hace falta que vuelvas. Lamentamos, por cierto, que no se esté respetando tu presunción de inocencia. Pero quien a hierro mata, a hierro muere… qué bien os lo pasabais, por ejemplo, despellejando al viejo rey Juan Carlos.