RAÚL DEL POZO-EL MUNDO
Tomando una olla ferroviaria con un desencantado creador de Podemos, éste me explica: «La canción de Mercedes SosaTodo cambia hacía de himno en nuestras celebraciones, aunque ahora no estamos para fiestas, tanto cambio deja a nuestros votantes, inscritos y militantes paralizados por el vértigo. Preferirían más meditación y menos argumentario en estos tiempos de zozobra. Mientras, nuestros adversarios comen palomitas ante la versión de serie B de la película La vida de Brian. Comparto dos certidumbres con el electorado podemita: Carmena ha dejado de ser inmaculada para ser la conspiratriz de Lavapiés; y la segunda: Pablo e Ínigo juntos multiplican; separados merman capacidades». Algunos sospechan que si buscaban un Carrillo joven para la segunda Transición ya lo han encontrado en ese joven de Laclau, con el kirchnerismo en vena, que piensa como el filósofo menor que puede haber populismo de derechas o de izquierdas porque el populismo no es una ideología sino una forma de dar la vara.
Un dirigente del PCE de los que han presenciado cómo el Partido ha sido desguazado en la fantasmagoría de Podemos piensa que Errejón ha ganado y Pablo se hunde en un torbellino de sentimientos sin cañamazo. «Pablo desde que abandonó el marxismo es un hombre al agua (o a lo líquido de Bauman)».
Errejón gusta, habla despacito, tiene cara de niño; educado, que no es poco; pero es quizás el más demagogo de la tribu de Podemos. Ni rojo, ni socialdemócrata, ni moderado, ni reformista: populista, partidario de arrebatar el patriotismo a las derechas. Es esa cosa que han llamado socialismo del siglo XXI. «En Podemos –sigue el marxista ortodoxo– pueden ser hoy anti-Errejón o pro-Errejón; Errejón es el fantasma que todo lo contagia con su pensamiento populista». Han pasado de una estrategia a favor del proceso constituyente a ser una parte o bisagra de la segunda Transición. «Si al final Errejón y Pablo, que pierde apoyo, se sientan a negociar, y realmente le dicen a IU: ‘Agárrate a la brocha que llevo la escalera’, IU se pondría a la cola ante la oficina de Errejón, que sería quien ordenaría la lista. IU no quiere y no puede retroceder porque no tiene sitio donde hacerlo. En lugar de organizar la unidad popular desde la posmodernidad, han organizado una especie de confluencias de todo a cien, mucho más basadas en un compendio de educación sentimental que en un programa y un proyecto de organización social. Incluso personajes del viejo PCE, que parecían de la estirpe de Cavafis, ahora parecen más de la sombra alargada del Sorel de Rojo y negro. Todo el poder para los chiringuitos. Es el grito de los leninistas (de John Lennon, no de Lenin)».