- Pueden decir misa los más prosélitos, pero no parece que la estrategia de provocar el suicidio del líder de la Oposición pueda enmarcarse en una política de Estado
Que a Alberto Núñez Feijóo le han temblado las piernas parece evidente. Como parece evidente que era eso lo que buscaba Pedro Sánchez. Ya tenemos casuística bastante acumulada sobre la materia para colegir que el objetivo principal del jefe de Gobierno no era la renovación del Poder Judicial, sino frenar la progresión del gallego y darle la vuelta a las encuestas (objetivo en parte encauzado). La estrategia, que pasaba por dar por cerrado el capítulo de la renovación judicial y después dejar a los pies de los caballos al líder de la Oposición, firmando con Esquerra la reforma del delito de sedición, se quedó solo a medias debido a una inoportuna filtración, fechada en Madrid y Barcelona (la del lunes 24 en El País, que anticipaba que el Ejecutivo estaba dispuesto a reducir a la mitad la pena por el delito de sedición) y, sobre todo, a la incontinencia verbal de la ministra de Hacienda, quien en respuesta parlamentaria a Gabriel Rufián dio carta de naturaleza a esa información.
El cabreo con María Jesús Montero, que se vio obligada a rectificar inmediatamente después, promete nuevos capítulos. Ahora que se ha disipado el humo, se ve con claridad que fue la intervención de la ministra en el Congreso la que hizo imposible que el PP siguiera mirando para otro lado. Hasta ese momento, la opinión en Génova era que de confirmarse el desmentido de Félix Bolaños (según el ministro de Presidencia y negociador gubernamental las noticias sobre el pacto con ERC sobre la sedición eran “ruido mediático”, “periodismo de autor”), el coste de romper el acuerdo era inasumible. Pero Montero, elevada al inocuo puesto de número dos del PSOE para compensarla por el feo que se le hizo al colocar por delante de ella a tres vicepresidentas, se sintió plenamente legitimada por su cargo orgánico para alegrarle con la verdad semioculta los oídos a Rufián sin sopesar las consecuencias del desliz.
Ya tenemos casuística bastante sobre la materia para colegir que el objetivo principal de Sánchez no era la renovación del Poder Judicial, sino frenar la progresión del gallego y darle la vuelta a las encuestas
Hay quien no comparte esta tesis y cree que la aceleración del pacto con ERC para para implementar un segundo indulto vía reforma del Código Penal, y así salvar unos presupuestos peleados con la realidad, buscaba precisamente la ruptura de las conversaciones con el PP para, a renglón seguido, señalar a Feijóo como líder inconsistente y rehén de esos poderes ocultos que tanto juego le están dando al presidente del Gobierno. No sé qué es peor, pero poco importa ya. Fuera accidental o programada, la torpeza de Montero desniveló la balanza en favor de los que, en el círculo de influencia del líder del PP, habían trasladado a Feijóo su preocupación por los efectos electorales (mayo está a la vuelta de la esquina) de un pacto que, a juicio de los más críticos, llevaba incorporada la trampa. Ciertamente, la firma de la renovación del CGPJ, seguida a los pocos días del anuncio formal de acuerdo con el independentismo para rebajar las penas por sedición, habría tenido un efecto demoledor y probablemente habría inhabilitado a Feijóo como líder convincente de la Oposición (‘Si Feijóo hubiera firmado’).
Ese escenario perverso, confirmado telefónicamente por Sánchez, hubiera sido aún más diabólico para el gallego si, como es previsible, la reforma del Código Penal permite el retorno de algún que otro fugado, el aflojamiento de la presión judicial contra Puigdemont y el retorno de Oriol Junqueras, entre otros encausados, a la primera línea de la política. Y todo eso en vísperas de las elecciones municipales y autonómicas. Pueden decir misa los prosélitos del sanchismo, quizá algo molestos porque la jugada no se haya consumado, pero no parece que la estrategia de provocar el suicidio del líder de la Oposición pueda enmarcarse en una política de Estado. Como no se puede acusar a nadie de no estar a la altura de la Constitución y, a renglón seguido, y para mantenerte en el poder, hacer concesiones muy discutibles a quienes no reconocen la Carta Magna.
La renovación del CGPJ, seguida a los pocos días del anuncio formal de acuerdo con el independentismo para rebajar las penas por sedición, probablemente habría inhabilitado a Feijóo como líder convincente de la Oposición
Esto viene de lejos, y lo avisamos aquí cuando, en un inaudito cambio de papeles, Sánchez, en el primer cara a cara en el Senado, 6 de septiembre, utilizó palabras muy feas en un burdo intento de ridiculizar al líder opositor. “Quizá -apunté entonces- porque ya es consciente de que su única oportunidad no es recuperar la credibilidad perdida, sino menoscabar, hasta situarla al nivel de la suya, la de Feijóo”. Desgraciadamente, los acontecimientos de los últimos días parecen confirmar la hipótesis peor, apuntada al principio de estas líneas: que por encima de la renovación del Poder Judicial lo que se busca es obstaculizar la progresión del adversario; ofreciendo la mano a Junqueras y complicando la vida al líder de la Oposición. Esa es la única conclusión nítida de este desgraciado episodio; que no importa el precio, ni aunque sea el Estado al que le acabe temblando algo más que las piernas.
La postdata / La memoria al servicio de ‘intereses nuevos’*
“Fue Elias Canetti quien nos advirtió sabiamente: ‘Me inclino ante el recuerdo, ante el recuerdo de cada ser humano. Quiero dejarlo tan intacto como le pertenece al hombre que existe para bien de su libertad, y no oculto mi aversión para quienes se permiten someterlo a prolongadas intervenciones quirúrgicas hasta igualarlo al recuerdo de todos los demás’.
Y es que algunos en España pretenden organizar la memoria de las víctimas, intentan una versión única de lo que deben recordar. Jorge M. Reverte distingue entre el lícito recuerdo de quienes quieren recuperar los cuerpos y la dignidad de sus muertos en la guerra con el abusivo intento -para él y para mí- de cambiar lo sucedido para que sirva a intereses nuevos. Se refiere Martínez Reverte al propósito de algunos que, amparándose en ‘las más justas reclamaciones de perjudicados por el franquismo’, pretenden poner en crisis la legitimidad del sistema democrático en que vivimos por el método de falsear el proceso de Transición política. Y todo ello basándose en la necesidad de construir una memoria histórica”.
*’Alfonso Guerra. Una página difícil de arrancar. Memorias de un socialista sin fisuras’. Editorial Planeta, 2013 (Páginas 566 y ss.).