Gorka Maneiro-Vozpópuli

  • El líder gallego encabeza las encuestas y nadie duda de que será el candidato elegido por el PP

Este pasado fin de semana hemos asistido a una nueva manifestación del PP contra Sánchez, bajo un lema, «Mafia o democracia», en el que Feijóo, durante su intervención, no quiso incidir más de lo necesario, lo cual demuestra que en parte lo incomodaba: tanto es así que ni siquiera pronunció la palabra «mafia», uno de los términos más empleados por los dirigentes del PP en la última época para referirse al actual Gobierno de España.

Al final, uno saca su verdadero talante y Feijóo, por mucho que quieran cambiarlo, no es hombre dado al enfrentamiento ni a la hipérbole discursiva; para eso ya está Ayuso, quien disfruta con la pelea dialéctica y la provocación política, lo que suele caracterizar a los políticos de raza, atributos que, no obstante, conviene mostrar de manera comedida y en función de las circunstancias: porque todos los días gallina amarga la cocina; y, además, como dijo Cicerón, la prudencia y la moderación son virtudes esenciales en la política, por mucho que aquella fuera una época distinta a la que hoy día vivimos.

El PP se manifestó para tratar de dar una respuesta inmediata a algo que sólo tiene solución con la convocatoria de las elecciones, y para dar la sensación de que se hace algo que no sea sólo lamentarse, aun a riesgo de provocar únicamente melancolía

Como siempre que se convoca a una manifestación ciudadana, se debate sobre la idoneidad de la idea, especialmente si la convoca la derecha, históricamente más torpe para estos menesteres. Y entre los propios organizadores se mantiene la duda hasta que se recogen las pancartas y uno se marcha para casa. La duda la provoca el miedo a no estar a la altura de las expectativas y a que la movilización se le vuelva a uno en contra, bien porque se vaya de madre porque a uno se le cuelen indeseables, bien porque no asistió tanta gente como la que se esperaba. Qué me vais a contar a mí que me manifestaba contra ETA cuando no se manifestaba casi nadie, motivo de alegría para los abertzales, fueran violentos o equidistantes.

En estas cosas también hay expertos, pero suelen acertar tan poco como el resto. Lo que parece obvio es que el PP se manifestó para tratar de dar una respuesta inmediata a algo que sólo tiene solución con la convocatoria de las elecciones, y para dar la sensación de que se hace algo que no sea sólo lamentarse, aun a riesgo de provocar únicamente melancolía. Yo, desde luego, lo comprendo, porque a veces cuesta quedarse en casa ante tanta desvergüenza. Supongo que hay veces que hay que manifestarse por dignidad y decencia… o para tratar de condicionar democráticamente el curso de los acontecimientos, lo cual es, desde luego, perfectamente legítimo, lo haga, por cierto, la izquierda o la derecha.

Al final, el número es relativo e importa menos que lo que parece: salvo movilizaciones multitudinarias, lo normal es que arrojen cifras debatibles que cada cual usará de una manera o su contraria

Respecto al éxito numérico de la cita, suele haber siempre dos bandos: el que convoca la manifestación y aquel contra el que se convoca, habitualmente el gobierno. Aquí tampoco hay sorpresas reseñables: salvo movilizaciones extraordinarias o gatillazos mayúsculos, los primeros celebran el éxito de la convocatoria a la vez que los segundos se congratulan del escaso número de asistentes. En caso de duda, los primeros suelen recordar que la cita no era obligatoria y los segundos, que hubo más gente en casa que en las calles. Como ven, argumentos no demasiado trabajados, pero argumentos al fin y al cabo. Al final, el número es relativo e importa menos que lo que parece: salvo movilizaciones multitudinarias, lo normal es que arrojen cifras debatibles que cada cual usará de una manera o su contraria.

Es como lo del tamaño, que importa más a quien puede presumir y menos a quien el tema lo incomoda. De hecho suele importar más la repercusión mediática del día siguiente que el número exacto de asistentes, que es donde se fragua la verdadera batalla política. Además, está el desahogo personal del que está hasta las narices, lo cual, en estos tiempos de censuras y prohibiciones, suele ser una actitud más que saludable, se pongan como se pongan los moderados y los equidistantes. En todo caso, más allá de sus consecuencias en el medio plazo (seguramente ninguna), a día de hoy ya sabemos lo que la manifestación ha provocado: que durante un par de días se hable más de ella que de las corruptelas del PSOE. Pero incluso esto puede ser peccata minuta y perdonable: como nos dijo Blaise Pascal, el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y, en política, tanto o más que en cualquier orden de la vida.

Entre los que tienen mala baba o somos columnistas (lo cual viene a ser lo mismo), surge el debate de su liderazgo, que no termina de cuajar del todo. A Aznar y a Rajoy les pasó parecido

Respecto al contenido de la convocatoria, llamó la atención la exuberancia discursiva de Ayuso, como si pudiera todavía sorprendernos que carezca de remilgos. Aquí también hay opiniones diversas: para unos, se pasa cuatro pueblos y medio; para otros, llama al pan, pan, y al vino, vino. Cuestión de gustos, desde luego, aunque conviene no olvidar que lo que el PP pretende es ganar unas elecciones, lo cual supone recoger unos cuantos millones de votos (y, de entre ellos, de no pocos exvotantes socialistas).

Es cierto que, junto a Ayuso, Feijóo parece todavía más blando de lo que habitualmente parece, pero quizás es lo que ahora se pretende. Y, entre los que tienen mala baba o somos columnistas (lo cual viene a ser lo mismo), surge el debate de su liderazgo, que no termina de cuajar del todo. A Aznar y a Rajoy les pasó parecido: el primero lo logró una vez que llegó a la Moncloa; el segundo, cuando abandonó la Presidencia; lo cual, por cierto, nos recuerda que ambos, sin ser Felipe González, llegaron al Gobierno.

A pesar de las dificultades y de sus obvias limitaciones, encabeza las encuestas y nadie duda de que será el candidato elegido por su partido para dar a Sánchez el definitivo golpe de gracia

Así que la duda entre muchos sigue siendo si Ayuso es el complemento de Feijóo o su alternativa. Y yo creo que es ahora complemento y, en el futuro, su posible alternativa, incluso aunque Feijóo llegara a la Moncloa. Ambos son distintos en el contenido y en las formas, lo cual es positivo para llegar a un mayor número de ciudadanos, siempre que esa disonancia no haga olvidar que donde manda patrón no manda marinero. Y hay un par de cosas en las que una mayoría de españoles podemos estar de acuerdo: por un lado, Feijóo no es el líder que apuntaba cuando, ubicado en Galicia, los líderes del PP lo reclamaban como la persona que el PP necesitaba; por otro lado, a pesar de las dificultades y de sus obvias limitaciones, encabeza las encuestas y nadie duda de que será el candidato elegido por su partido para dar a Sánchez el definitivo golpe de gracia.

Y tampoco Ayuso lo cuestiona, sólo que ella tiene sus propias maneras e ideas. Otra cosa es el día en que el PP, encabezado por Feijóo, gobierne, o cuando haya que concretar las ideas con las que se presente a las elecciones. Porque, ¿qué ideas concretas van a defenderse? Y es legítimo que la ciudadanía, antes o después, comience a preguntárselo.