Tras descubrirse el pacto del PSOE con EH Bildu, la marca heredera del terrorismo etarra, para desalojar a UPN de la alcaldía de Pamplona y otorgársela a la formación liderada por Arnaldo Otegi, Óscar Puente quiso sacar pecho en el Congreso de los Diputados de semejante desvergüenza: el ministro y representante del Gobierno de España afirmó que EH Bildu «es un partido progresista y democrático», razón por la cual dijo «no tener ningún complejo, no tener ningún problema» con entregarle la alcaldía de la capital navarra. O sea, que un partido que fue víctima de ETA prefiere a los herederos políticos de los terroristas que a quienes, como ellos, fueron víctimas de la banda (Tomás Caballero, in memoriam).
Si el PSOE ya no tiene ningún problema y considera ahora que EH Bildu no es solo un partido político como los demás sino mejor que la mayoría, la cuestión es a qué espera para otorgarle el resto de gobiernos posibles, empezando por la Diputación Foral de Gipuzkoa, pasando por la alcaldía de Vitoria y terminando, en cuanto sea factible, por el Gobierno Vasco. Creo sin embargo que el PSOE no lo hará, y no por los principios éticos y democráticos que en su día defendió y hoy ha abandonado, sino por interés particular y miedo reverencial… al PNV: una cosa es descabalgar del gobierno a UPN y otra desalojar y sustituir a la formación jeltzale, a cuya sombra vive un buen número de socialistas vascos. Estas son, al menos de momento, palabras mayores.
Pamplona es para Bildu la futura capital de la gran Euskal Herria independiente a la que aspiran tras la anexión de territorios del sur de Francia y de la propia Navarra al País Vasco
El caso de Pamplona en manera alguna puede circunscribirse a una cuestión local o de gestión municipal, tal como ha pretendido explicar burdamente el PSOE. Es simplemente la contraprestación política que quedaba pendiente de abonar a EH Bildu por su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez. Y no es un asunto menor sino fundamental para los objetivos de los independentistas y para la articulación de España. Por un lado, estamos hablando de Pamplona, y, por otro lado, estamos hablando de EH Bildu. Pamplona es, para la formación independentista, la que deberá ser la futura capital de la gran Euskal Herria independiente a la que aspiran tras la anexión de territorios del sur de Francia y de la propia Navarra al País Vasco. Por otro lado, EH Bildu es la marca heredera del terrorismo etarra con la que el propio PSOE se comprometió públicamente a no pactar, al considerar que no era una formación homologable a los restantes partidos políticos. Pero eso fue hace unos pocos meses. Cualquier cosa que ahora pueda decir Eneko Andueza, secretario general del PSE, es papel mojado; los socialistas harán lo que más les convenga en relación a EH Bildu, le pese a quien le pese, incluido al electorado socialista que les ha votado hasta ahora.
Pero ¿es EH Bildu un partido progresista y democrático, tal y como afirmó Óscar Puente? En relación a si es un partido democrático, difícilmente puede considerarse como democrática a una formación política en cuya dirección incluye a personas con pasado terrorista (incluido a su máximo dirigente), que introduce en sus listas electorales a personas condenadas por terrorismo o que continúa homenajeando públicamente (y como agradecimiento a sus fechorías) a los presos de ETA que salen de las cárceles tras cumplir condena. EH Bildu podrá ser legal porque así lo han considerado los tribunales, pero democrática no puede considerarse en absoluto.
En relación a si puede considerarse progresista, es posible que pueda ser considerada de este modo si entendemos como progresismo la sumisión de la actual izquierda oficial ante el nacionalismo disgregador y separatista, por mucho que tal idea nos siga pareciendo a muchos una contradicción en los términos. Teniendo en cuenta la tergiversación de los significados y de las palabras en los tiempos actuales, casi cualquier palabra puede servir para definir cualquier cosa. Pero si entendemos el progresismo como la acción política que pretende la extensión de los derechos ciudadanos y la defensa de la igualdad y la libertad, EH Bildu no puede considerarse un partido progresista sino todo lo contrario: uno profundamente reaccionario. Como se ha dicho más arriba, porque EH Bildu es la heredera directa de quienes fueron los servicios auxiliares de ETA, banda terrorista a la que todavía no ha condenado y a cuyos presos reivindica que se liberen y homenajea una vez excarcelados. Y ETA no extendió ni los derechos ciudadanos ni defendió la igualdad o la libertad sino que los atacó ferozmente con bombas y tiros en la nunca, provocando más de ochocientos asesinados, centenares de extorsionados y miles de expulsados del lugar donde vivían. Parece mentira que haya que recordarlo.
La extranjerización de miles de vascos
Además, EH Bildu pretende la voladura del Estado, la independencia de una parte de su territorio y la disgregación efectiva de España, lo que provocaría la extranjerización de miles de ciudadanos y la ruptura de la convivencia, cosas profundamente antisociales y reaccionarias. Así que decir desde la tribuna del Congreso de los Diputados que EH Bildu es una formación política democrática y progresista es simplemente una infamia y un insulto. Especialmente para las víctimas del terrorismo y, por extensión, para toda la sociedad democrática.