Francesc de Carreras-El Confidencial
- La estructura organizativa de Podemos siempre ha sido complicada y muchas veces difícil de entender. Si no me equivoco, que es muy posible, es una especie de coalición en la cual caben otros partidos si aceptan su programa básico
El personaje político mejor valorado en los últimos sondeos se llama Yolanda Díaz. ¿Qué han visto en esta mujer los españoles? A mi modo de ver dos cosas: competencia profesional y rigor ideológico. Y también algo más: es la máxima autoridad de Podemos en el Gobierno, pero no es populista. Con lo cual se plantea una cuestión: ¿Es de Podemos Yolanda Díaz?
La verdad es que nunca ha estado muy claro qué ha sido Podemos. Surgió en el peor momento de la gran crisis, a fines de 2013, con el objetivo de representar a una amplia mayoría de indignados con la política y los políticos, pero pronto se vio que sus ideas eran un bluf propagandístico, soluciones simples a problemas complejos, como puede sintetizarse toda política populista.
Entre sus propuestas destacaba la idea básica de distinguir la casta gobernante del pueblo gobernado, esto era así desde la Transición que fue un error y dio lugar al régimen del 78, la democracia directa era de mucha mayor calidad que la representativa, las naciones que formaban España tenían derecho a la autodeterminación y, por último, no se conformaban con menos que asaltar los cielos. En España era necesaria una revolución política, económica y social.
Algunos les creyeron aunque todas eran ideas fáciles y vacías, muy distintas a las que siempre había defendido la izquierda clásica. Sin embargo, pronto sus entusiastas adeptos de primera hora empezaron a decepcionarse, entre ellos la mayoría del estrecho grupo que arropaba a Pablo Iglesias, el envanecido líder máximo. En 2019 cuando su decadencia era ya evidente, Podemos entró a formar parte de un débil gobierno de coalición con el PSOE de Pedro Sánchez, de quien fue vicepresidente primero.
Allí demostró que no sabía gobernar, que lo suyo era la demagogia y que sus continuas incursiones en el espacio público perturbaban la acción del Ejecutivo. Hasta creo que él mismo se dio cuenta de todo ello. Tras obtener un muy mal resultado en las autonómicas de Madrid se dio un tiempo de respiro y de momento ejerce de tertuliano: ni asaltó los cielos ni triunfó en la tierra. Pero había acertado en una cosa, solo en una: situar como ministra de Trabajo a Yolanda Díaz, su antítesis. Quizás no supo lo que hacía, pero la señora Díaz empezó a hacerle sombra: allí había una política que sabía gobernar.
La frivolidad intelectual de las estrellas mediáticas de Podemos empezaron a palidecer y ella emergió como una destacada figura
En efecto, enseguida se vio que Yolanda Díaz era de otra madera, muy distinta a la de Pablo Iglesias, venía de una cultura política de otro cuño y pudo demostrarlo en aquella parcela en la que tenía experiencia: las relaciones laborales. Y precisamente accedió al Ministerio en un momento en que esta materia se convirtió en crucial al objeto de paliar los tremendos efectos económicos de la pandemia. La frivolidad intelectual de las estrellas mediáticas de Podemos, como Irene Montero, empezaron a palidecer y ella emergió como una destacada figura que hasta entonces, fuera de Galicia, era una desconocida.
La estructura organizativa de Podemos siempre ha sido complicada y muchas veces difícil de entender. Si no me equivoco, que es muy posible, se trata de una especie de coalición en la cual caben otros partidos si aceptan su programa básico. Yolanda Díaz pertenecía al PCE de Galicia, desde principios de siglo había desempeñado una amplia tarea política municipal y autonómica, y entró a formar parte de Podemos. De tradición familiar sindicalista —su padre fue uno de los fundadores de Comisiones Obreras en 1964— y abogada de profesión, Díaz sabe hacer muy bien una cosa en la que nunca acertó Pablo Iglesias: negociar y pactar. Es lo que ha hecho hasta ahora y ayer, en el congreso de CCOO, prometió seguir haciendo.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo poco tiene que ver con Pablo Iglesias y con el espíritu de Podemos
Hará cosa de un año, hablando con un alto cargo de la CEO, le pregunté por ella y me respondió: «Yolanda es muy dura negociando, para tratar con ella hay que ir bien calzado porque es inteligente, profesionalmente bien formada y entiende mucho de relaciones laborales, pero también sabe una cosa fundamental en política, especialmente en política laboral: sabe que toda negociación debe acabar en un pacto».
Así pues, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo poco tiene que ver con Pablo Iglesias y con el espíritu de Podemos. Claramente va por otros caminos. Hace unas semanas, en declaraciones a la Ser, abogó por un «reformismo fuerte», se mostró pragmática al decir que «este Gobierno debe ser útil a la gente» y despreció con elegancia la ideología podemita convencional al dejar caer la siguiente frase: «la gente quiere un proyecto que ilusione y que se dejen de lado las cosas que no le interesan a nadie». ¿Feminismo queer?, ¿memoria histórica?, ¿democracia directa?, ¿derecho a la autodeterminación?
Es una política con convicciones y con sentido común, una socialista de izquierdas tal como era el PC italiano en sus buenos tiempos
Yolanda Díaz no quiere asaltar los cielos, quiere gobernar las cosas de la tierra. Es una política con convicciones y con sentido común, una socialista de izquierdas tal como era el PC italiano en sus buenos tiempos. No sé si podrá formar la plataforma política que ha propuesto, pero sería deseable para que este espacio político lo ocupen personas serias y formadas, ideológicamente respetables, no los desacreditados demagogos de los últimos tiempos.
¿Es de Podemos Yolanda Díaz? A mi modo de ver, sinceramente no.