Todos hablamos del caso Ábalos o del caso Koldo. Los periodistas los primeros, lo reconozco. Como siempre, nos equivocamos a la hora de señalar el objetivo real, porque este caso, uno más en la enorme lista de escándalos de corrupción económica, moral o política del gobierno, debería llamarse caso Sánchez. Porque él es responsable del clima de impunidad ante el delito que se vive en España por parte del delincuente. Que se lo digan a los indultados o a los inminentes amnistiados. O que se lo digan a los familiares y deudos de los asesinados por ETA viendo como Otegi se pasea por la calle como si fuese Patton desembarcando en Sicilia.
Es la superioridad del carterista de metro que, al ser cogido in fraganti, se te ríe en la cara porque tiene más de mil detenciones por chorar billeteras, monederos y móviles en el suburbano sin que le pase nada. Cuidado, y si además es alguien nacido en países donde es imposible encontrar una tapa de jamón, ni les cuento. Se te puede caer el pelo por fascista, xenófobo, islamófobo y aerófobo. Si usted tiene que pleitear contra una compañía de telefonía, contra un banco, contra una administración, cárguese de paciencia, haga acopio de un buen paquete de papel moneda y siéntese cómodamente a ver pasar las estaciones porque la cosa irá para largo y vaya usted a saber si para bien. Y no diga que el dinero que gasta el estado en mantener administraciones inútiles y clientelares como las CCAA, las Diputaciones, los Consejos comarcales ad altri podrían invertirse en mejorar la justicia porque le dirán lo mismo que el carterista, a saber, facha.
Igualito que si le ocupan la casa. Miren si será gordo el asunto y hasta que punto lo han dejado pudrirse los políticos que incluso el PSC ha empezado a sacar la patita diciendo que, hombre, aquí no cabe todo el mundo. Salvador Illa dixit. Recuerdo cuando eso mismo lo decía mi buen amigo Xavier García Albiol y le presentaron una querella por racismo. Querella que acabó en nada, como no podía ser de otra forma, mientras que él ha acabado por obtener mayoría absoluta en su ciudad, Badalona, votándole hasta los separatistas.
Porque fue el presidente quien aupó, protegió y sostuvo al ex ministro hasta que, carente de ética y solidaridad como es el caballerete, se deshizo de él igual que ha hecho, hace y hará con todo el mundo
Todo eso es Sánchez. Porque fue el presidente quien aupó, protegió y sostuvo al ex ministro hasta que, carente de ética y solidaridad como es el caballerete, se deshizo de él igual que ha hecho, hace y hará con todo el mundo. Es Sánchez quien nos ha llevado a este estado donde la élite que gobierna se rasga las vestiduras por un pato muerto mientras se niega a guardar un minuto de silencio o a asistir a los funerales de unos guardias civiles caídos en acto de servicio por carecer de los medios necesarios.
No es que Marlaska, Robles, la Chiqui ministra o Yolanda Díaz sean unos pésimos servidores público y unas perfectas nulidades que difícilmente habrían podido llegar a hacer fotocopias en una administración local, que lo son. No es que Ávalos o Koldo sean un absceso solitario en una organización sana y fecunda. No es que los comegambas sindicaleros vivan en otra galaxia y se den un garbeo de vez en cuando por España para vaciar varias marisquerías. No son ellos, que nadie se llame a engaño. El nudo gordiano es Sánchez, el cáncer que ha hecho metástasis en toda la vida española, en el meollo de la nación. Por tanto, si queremos hablar con propiedad, debemos dejarnos de puñetas y llamar a cualquier caso de corrupción del tipo que sea el caso Sánchez. Porque es el epicentro de este sin Dios en el que estamos instalados. Es el punto en el que convergen todos los sinsentidos, ilegalidades, nepotismos, humillaciones, servidumbres e ineptitudes. Es Sánchez, repítanselo tantas veces como sea preciso hasta comprender que ese es el objetivo y no otro. Ávalos y el resto son caza menor.