Jorge Bustos-El Mundo
Nos tenían dicho que la belicosidad era cosa de la izquierda, pero también ese tópico vamos a tener que revisarlo. Hoy el antagonismo más virulento de la política española lo desempeñan Ciudadanos y el PP, mientras Pedro Sánchez se abraza melancólico a Felipe y Pablo Iglesias se abraza enmudecido a su iPhone. Los de Rivera y los de Rajoy se sacuden ya sin mesura, llegan al escaño con el botiquín de campaña y alguno hasta se arremanga antes de pedir la vez. Ya se sabe que las guerras más encarnizadas se las declaran los presuntos aliados. Si algo acredita Ciudadanos es cintura, pero ya no es solo ideológica sino también geográfica: condiciona el Gobierno y al mismo tiempo ejerce la más dura oposición. Y todos los partidos, a su vez, se oponen a Cs. Los ciudadanos con minúscula lo ven y según los sondeos se identifican. Ahora es Cs el partido anticasta.
Por eso cuando Margarita Robles llama camastrón a don Mariano de buena mañana, suena antes a pellizco maternal que a la diatriba de la portavoz –portavoza para Lastra– de la primera fuerza opositora, u opositoro. «¡Despierte usted!», gritaba doña Margarita, pero su grito nos despertó a todos menos a Rajoy, que cabeceaba más aburrido que antes. Vedado el tema catalán por la entente del 155, el PSOE trata de arañar la piel de kevlar del presidente con el enfoque social, la precariedad, la brecha, la pobreza. Pero Rajoy recurre a la memoria ruinosa de ZP y aún le funciona.
Quien se puso memorioso hasta remontarse a 1939 fue Rufián, a quien desvela un acuerdo entre Educación y Defensa para que se enseñe a los chavales la labor de las Fuerzas Armadas. En esto advierte Gaby un signo incontestable de fascismo, mientras que sentar a niños pintarrajeados en mitad de una autopista por una «huelga de país» se le antoja purito Delacroix, lienzo titulado TV3 guiando al niño y colapsando el centro. Por el mismo misterioso cauce cognitivo, Rufián se conmueve ante una barca con La Sexta a bordo que salva a unas decenas de inmigrantes en el Mediterráneo, pero calla cuando nuestras fragatas los rescatan por cientos y sin cámaras. El caso es que el joven tribuno de los memes pidió «más Marcos Ana y menos Letizia Ortiz» y recitó un parte triunfal como sacado del primer Sánchez Mazas. Para lo único que sirven los groseros silogismos de Rufián –una mente que habría acabado con la paciencia de san José de Calasanz– es para facilitarle la réplica a Rajoy: «Yo estoy más actualizado que usted». Y en eso tiene razón. Cada año aumenta la obsesión de la izquierda adolescente por Franco, mientras la derecha adulta enterró hace tiempo los últimos vestigios de nacionalcatolicismo. Otra bonita paradoja de la sociedad posmoderna, que oscila entre el perro robot y la hechicería.
Pero el duelo de la mañana lo protagonizaron Juan Carlos Girauta y Soraya Sáenz de Santamaría, con el PNV cogido en fuego cruzado. Girauta arremetió sin tapujos contra el «plan Ibarretxe II» que prepara el mismo PNV con el que Rajoy se dispone a pactar los Presupuestos después de la obscena piñata del cuponazo. El documento de los hijos de Sabino Arana consagra dos soberanías en pie de igualdad, como bien explicó Girauta, y postula una independencia de facto. Un camino mucho más sutil –jesuítico– que la unilateralidad descerebrada de Puigdemont, pero que conduce exactamente al mismo sitio. Santamaría recurrió a la receta de tres palabras que prescriben los farmacéuticos contra la fiebre naranja: prisión permanente revisable. Una cápsula de PPR después de cada canutazo de Rivera y sentirá enseguida cómo la euforia justiciera relaja sus meninges y le conecta con el electorado.
Pero hay algo que el PP no entiende: que Cs no sube por la corrupción, ni siquiera por el triunfo de Arrimadas en Cataluña.Cs sube porque el dique de la paciencia del español medio con el nacionalismo se ha roto. Lo que en realidad proclaman las banderas de los balcones es que el españolito está hasta los cojones del eterno chantaje nacionalista. De su sobrerrepresentación injusta. Y mientras el PP siga pagando precios exorbitados al PNV a cambio de su apoyo, ni capitalizará el 155 ni merecerá del votante ninguna credibilidad cuando se le llene la boca con la defensa de la unidad de España.
«Pero Cs se permite esa firmeza porque no gobierna», protestarán peperos y socialistas. Y los votantes de Rivera contestarán: «Seguramente tengáis razón. Pero para la decepción siempre hay tiempo. ¿Y sabéis una cosa? Nos hemos ganado el derecho a que nos decepcione gente distinta».